Ansiedad y respiración

La ansiedad y su relación con la respiración. En la mayoría de los trastornos de ansiedad aparecen problemas con la respiración.¿Cual es la explicación de esta relación?

22 OCT 2014 · Lectura: min.
Ansiedad y respiración
¿Qué ocurre con la respiración durante un proceso estresante? Y ¿cuál es su relación con la ansiedad?

La reacción del organismo ante una situación percibida, y por tanto valorada cognitivamente como peligrosa, desencadena una respuesta inicialmente adaptativa de activación para la que se precisa un incremento significativo de la energía disponible en el organismo. Una de las maneras fundamentales de producción de energía en nuestro organismo, se logra mediante la combustión de los nutrientes que ingerimos al comer y beber, y esto se consigue a través de procesos bioquímicos que tienen lugar en el interior de las células, en las mitocondrias, y para lo que es necesario la presencia de oxígeno (O₂). De esta combustión, o metabolismo aeróbico, se desprende el dióxido de carbono (CO₂), que es el equivalente biológico al humo y la ceniza de un fuego, y que determina en gran parte la acidez de la sangre.

Cada vez que inspiramos, introducimos aire cargado de oxígeno (O₂) en nuestros pulmones. Este oxígeno, será recogido por la sangre en los capilares que existen al final de los bronquiolos para ser transportado hacia el corazón. Una vez allí, el corazón bombeará la sangre para que llegue oxígeno a todo el cuerpo. El oxígeno ayudará a transformar los nutrientes en energía mediante reacciones químicas a nivel celular. Como efecto de este proceso se genera dióxido de carbono (CO₂), que es extremadamente tóxico y potencialmente letal. Para su transporte a los pulmones donde será exhalado y eliminado del organismo, el CO₂ es convertido en ácido carbónico (CO₃H₂), que será recogido por la sangre para llevarlo hacia el corazón, y de éste hacia los pulmones. Esta sangre, cuando llegue a los capilares de los pulmones, se desprenderá del CO₂ para que podamos expirarlo y recogerá nuevamente el O₂.

Cuanto más ácido carbónico hay en sangre, más ácida es ésta, y el organismo toma como indicador de la necesidad de O₂ la acidez de la sangre, por lo que es el principal regulador del impulso respiratorio. Un nivel mayor de CO₂ estimula de inmediato una mayor respiración, aparentemente porque el exceso de CO₂ significa que se está respirando aire pobre en oxígeno, que la respiración se ha interrumpido o que está pasando algo que es probable que conduzca a sofocación, probablemente ejercicio físico.

Así pues, cuando nos enfrentamos a una situación estresante, ya sabemos que nuestro organismo va a responder preparándose para disponer de toda la energía suplementaria que necesite para afrontar con éxito el peligro potencial, lo que implicará una mayor necesidad de oxígeno en sangre y por tanto nuestra respiración se acelera, y que la respiración se incremente significa que se elimina más CO₂ de lo normal. Si no se produce una resolución de la situación, normalmente mediante ejercicio físico (lucha o huida), la falta de CO₂ en la sangre es detectada por el organismo que intentará corregirlo para volver a un estado de equilibrio.

El déficit de CO₂ provoca la retención de oxígeno por la molécula de hemoglobina, si añadimos el proceso de vasoconstricción propio del afrontamiento ante un estresor, tenemos que la liberación de oxígeno se inhibe aún más, en otras palabras el equilibro de acidez en sangre o pH se inclina hacia la alcalosis dando lugar a un abanico de síntomas físicos como aumento de la fatigabilidad de los músculos que notaremos como hormigueo, tensión muscular, piernas débiles, temblores; obnubilación e incremento de la sensibilidad neural que se traducen en mareos, sensaciones de frío o calor, dificultades de visión; y un aumento de la percepción del dolor y palpitaciones. La solución del organismo para corregir este desequilibrio es reducir el impulso de respirar, de manera que se reduzcan considerablemente las cantidades de O₂ inspiradas y de CO₂ expiradas. Nuestro cuerpo debe hacer un esfuerzo para respirar mucho menos. Al percibir conscientemente un ritmo respiratorio menor al normal, esta aparente falta de aire hará que intentemos hacer un esfuerzo consciente para conseguir respirar más, lo que aumentará aún más el desequilibrio entre O₂ y CO₂, por lo que el desequilibrio del sistema lejos de regularse se agrava incluso más. Llegados a este punto, el organismo en su necesidad de recuperar el equilibrio homeostático, se esforzara por hacernos respirar todavía menos, e incluso puede parar momentáneamente la respiración, con el fin de conseguir equilibrar el intercambio de O₂ y CO₂.

El proceso descrito hasta aquí es lo que se conoce como HIPERVENTILACION, y que se define como aquella respiración que está por encima de las necesidades actuales del organismo. Es decir, es una respiración excesiva que rompe el equilibrio homeostático de la acidez de la sangre o pH, al incrementar en exceso los niveles de O₂ sin que se produzca una resolución, normalmente actividad física exigente. Las consecuencias aparentes son dos, por un lado la sensación de ahogo o asfixia y por otro, todo un abanico de síntomas físicos. Cuando todo esto sucede sin que sepamos porque ocurre, es muy normal que nos asustemos todavía más ya que son sensaciones desagradables y estamos en un estado de amplificación de la alerta y sensibilización ante el dolor, aunque en realidad no son peligrosas ni indicativas de que algo funcione mal en nuestro organismo.

Llegados a este punto, ya podemos extraer algunas pautas de afrontamiento inmediato ante la ansiedad, que se sustentan en el componente fisiológico y que se basan en técnicas de respiración orientadas a regular correctamente la respiración y técnicas de entrenamiento en relajación. Así como pautas basadas en el componente cognitivo que tendrán que ver con la interpretación y valoración que hacemos de los estímulos estresores y de nuestra capacidad para afrontarlos de una manera flexible y eficiente.

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Escrito por

Javier Luengo

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