¿Cómo acompañar a los niños en los procesos de duelo?

A lo largo de nuestra vida vamos sufriendo pérdidas de seres queridos, de salud, de parejas y en cada una se genera una reacción adaptativa a esa situación que llamamos “duelo”. Éste suele ser más intenso tras el fallecimiento de un ser querido, un acontecimiento vital estresante de primera magnitud. No es un sentimiento único, sino más bien una compleja sucesión de sentimientos que precisan un cierto tiempo para ser superados.

12 ABR 2013 · Lectura: min.
Los niños afrontarán la muerte según lo haga su familia.

Los niños tienen una idea diferente de la muerte, y hay que tener esto en cuenta para hablar con ellos y comprender sus reacciones. Su forma de afrontar la situación dependerá en gran medida de cómo responda su entorno ante los cambios, ante las pérdidas pasadas.

Las ideas de un niño sobre la muerte derivan de sus tradiciones familiares y de su relación con otros niños. Comienza a preguntar cuando ven a un animal muerto y en ese momento hay que resolver todas sus dudas: hablando de forma natural y honesta, dejando el espacio para que puedan expresar su pesar y deseo de volver a ver al fallecido.

En situaciones de pérdida el adulto se enfrenta a la difícil situación de superar su dolor y contener el de los más pequeños. Por mi experiencia profesional, he visto que surgen muchas dudas en el momento de acompañar a los niños en la pérdida y por ello he querido aportar algunas pautas básicas que favorecen la elaboración del proceso de duelo:

Antes del fallecimiento:

  • No apartar a los niños de la situación planteada. Acompañarles en el duelo no significa apartarles de la realidad que están viviendo con el pretexto de ahorrarles sufrimiento.
  • Es importante que los niños y adolescentes puedan despedirse de sus personas queridas si así lo desean, sobre todo cuando el enfermo mantiene la consciencia.
  • Conviene informar a los niños de lo que está sucediendo de la manera más sencilla y natural lo antes posible y para ello debe buscarse el lugar y el momento oportunos.

Después del fallecimiento:

  • Si la persona querida ya ha fallecido, convendrá explicarles, gradualmente y con pocas palabras, lo que ha ocurrido y responder con honestidad a todas las preguntas que hagan, incluso expresando dudas si no tenemos clara la respuesta. Utilizar sin reparo la palabra “muerte” y decirles que todo lo que vive, muere algún día. No se debe mentir ni recurrir a explicaciones fantásticas o eufemismos. La información que se dé al niño debe estar en consonancia con su edad y con su desarrollo madurativo y cognitivo.
  • Debemos permitir que vean el cadáver si lo desean y sería conveniente que participaran en los ritos funerarios (velatorio, entierro, funeral). Los ritos son útiles, sea un acto de liturgia oficial de cualquier religión o sea colocar una flor en un lugar especial. Es aconsejable explicarles previamente cada situación en la que decidan participar y acompañarlos en aquello que quieran hacer.
  • Conviene favorecer la expresión de las emociones y la comunicación empática. Frases como “No llores”, “No estés triste”, “Tu llanto no va a revivirlo”, etc. pueden abortar esta expresión e impedir que el niño se desahogue. Por otra parte, no debemos olvidar que los niños manifiestan su dolor por la pérdida de manera diferente a los adultos y pueden mostrar cambios frecuentes de humor, falta de atención en la escuela y anomalías en sueño y alimentación.
  • Algo importante es eliminar el sentimiento de culpa. La fantasía de los niños puede llevarles a considerar que algo que pensaron o dijeron en algún momento determinado fue la causa de la muerte de la persona querida. Hay que decirles con firmeza que no ha sido culpa suya y ayudarles a ver la diferencia entre deseo y realidad.
  • Es necesario mantenerse física y emocionalmente cerca de ellos, garantizarles el afecto y compartir con ellos el dolor así como ofrecerles modelos de actuación. Son importantes las demostraciones físicas de cariño, con besos y abrazos. Dedicarles mucho tiempo, con juegos y caricias.
  • Hay que garantizar la estabilidad y retomar lo antes posible la normalidad de la actividad cotidiana. Nunca hay que tratar de fingir que no ha pasado nada, o que el fallecimiento no ha ocurrido, o que la vida del niño no va a cambiar. Lo que más ayuda al niño frente a la pérdida es la recuperación del ritmo cotidiano de sus actividades y potenciar los elementos adaptativos existentes: colegio, amigos, juegos, etc. No sería conveniente en esos momentos, por ejemplo, un cambio de colegio.
  • Por último, no hay que plantearles expectativas muy altas o asignarles responsabilidades excesivas, olvidando la edad que tienen. Conviene evitar que los niños ocupen “el lugar” o “el papel” de la persona fallecida como forma de agradar a los adultos. Por mucho que lo intenten, no lo van a conseguir y esto va a suponer una frustración. Se dificulta, además, la búsqueda de su propia identidad.

Como Psicóloga y Psicooncóloga he querido dedicar este espacio a dar luz en los difíciles momentos en los que el dolor y la responsabilidad ante los más pequeños nos crea temor y dudas sobre cómo actuar.

Foto: Instituto Madrid Psicología y sexología

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Escrito por

Gisele Alazraki

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