Consultar al psicólogo

Ir al psicólogo suele ser el último recurso al que se acude en momentos difíciles. Supone estar al límite o sufrir una angustia incontrolable. Solo una minoría lo hace en busca de consejo, pero en los momentos en que nos sentimos perdidos y profundamente solos, recurrir a la ayuda de un profesional experto puede ser determinante para cambiar el curso de la vida.

Entonces… ¿Cuándo hay que acudir exactamente? Cuando la persona está sufriendo y está dañando a las personas que quiere y a sí mismo, cuando aparece la violencia verbal o física. Sufrimos un caos emocional, sentimos culpa, dolor y rabia y no hay manera de saber cuál es el próximo paso para devolver la situación a un cierto equilibrio.

Lo habitual es explicar su estado al médico de cabecera que hará una derivación a Salud Mental, si sospecha un trastorno importante, de lo contrario prescribirá ansiolíticos y antidepresivos. Pero en ningún caso el servicio tendrá posibilidad para atender situaciones difíciles de largo recorrido que tienen raíces complejas. El exceso de pacientes y la falta de recursos lo impide.

Según datos del Estudio Epidemiológico Europeo sobre los Trastornos Mentales, no llega al 10% el porcentaje de los que reciben tratamiento psicológico dentro del sistema público y solo un 11% recibe psicoterapia combinada con fármacos. Al 40% solo les prescriben pastillas. Fuera queda otro 40% que no precisa fármacos y vuelve a casa con las manos vacías.

Hay razones que explican la creciente demanda. Por una parte hay tendencia a psicologizar los conflictos consultando Internet o libros de autoayuda. Además, la falta de socialización extienden los sentimientos de vacío y soledad, la gente se comunica superficialmente. El conjunto de estados de tristeza, vacío y depresivos llega a la atención sanitaria pública y suele terminar en el ejercicio privado, porque es posible dedicar una cuidada atención.

Aunque los profesionales de la atención pública reconocen que hay demasiada demanda, consideran que lo más grave es la ausencia de prevención. Se estima que en España hay cuatro psicólogos clínicos por 100.000 habitantes. Y según datos de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), la proporción en la pública baja al 1,9 por 100.000, cuatro veces inferior a la media europea. Naturalmente, los especialistas privados sí atienden a quien está angustiado o ha visto romperse su rutina.

Pero la normalidad es un concepto flexible. Hay pacientes que solo necesitan narrar su situación, ajustar sus emociones y encontrar un lugar en una situación de crisis generalizada, porque sufrir altibajos sí es algo normal. Pero cuando este tipo de problemas se transforma en un impedimento para llevar una vida satisfactoria para sí mismo y su entorno, la respuesta al estrés se hace desproporcionada, es necesario explorar y tratar los conflictos que se han hecho inmanejables.

Aunque a los adultos les es difícil decidir la visita al psicólogo, los padres llevan a sus hijos sin dudarlo. En muchos casos por dificultades de rendimiento escolar, que suele ser reflejo de problemas propios del aprendizaje, pero también el síntoma de un estado de ánimo deteriorado, o ambos, así como un trastorno de distinto origen, como son los alimentarios, adicciones o de personalidad, etc.

Pero fundamentalmente hay un buen número de personas que arrastran importantes quejas de insatisfacción en su vida cotidiana y pueden encontrar un ámbito muy apropiado cuando se trata de conflictos de pareja o de divorciarse limitando los daños familiares.

Cuando me preguntan cómo se encuentra el psicólogo adecuado, recomiendo visitar a más de uno y buscar un sentimiento de acogimiento, seguridad y comodidad con el experto que le atiende. Experiencia, profesionalidad y que sepa escuchar.

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