De cuentos y aliados: el cuento terapéutico (Prólogo del libro)

​Este libro intenta mostrar una puerta de salida o, más exactamente de entrada, con la expectativa de acercar otro modo de acceder a una vida mejor, acompañar la búsqueda del bienestar (...)

20 JUL 2015 · Lectura: min.
De cuentos y aliados: el cuento terapéutico (Prólogo del libro)

Este libro intenta mostrar una puerta de salida o, más exactamente de entrada, con la expectativa de acercar otro modo de acceder a una vida mejor, acompañar la búsqueda del bienestar y propiciar que cada persona se conceda esa vida que desea y no la que puede o debe vivir.

Sin duda cada uno cuenta con personas, actividades, sensaciones que mejoran su vida, este libro quiere proponer dos posibilidades más:

- Encontrar aliados: es decir, todo aquello que ayude a afrontar, allanar, enfrentar y resolver las adversidades que se pueden presentar en el camino. Aliados son la gente a la que se ama, el trabajo, las aficiones, el reparto del tiempo, los espacios propios, leer, escribir cuentos, llevar un diario o aprender las técnicas del darse cuenta, entre muchas otras propuestas que encontrarán aquí.

Meditando, visualizando, leyendo, escribiendo diarios íntimos, escribiendo cuentos terapéuticos, se estarán tomando esos caminos que son los diferentes modos de buscarse, reconocerse y sobre todo encontrarse con aquellas partes que no son conocidas y, por lo tanto, de las que se ignora que, como bellísimas alas, pueden desplegarse para volar y engrandecer el mundo interior; esto implicaría que cada persona sea su aliada hacia la libertad, es decir: dar prioridad a lo que está antes que a lo que estuvo, fue, estará o será , a la capacidad de expresar los sentimientos propios y no aquellos que se esperan ; tener la libertad de decir y de reclamar sin pedir permisos.

- Apasionarse: es algo así como tener un amante; pero no se trata de una persona; sino ese algo que enardece, que ocupa y compromete con la vida, con la ilusión. Ese amante puede llamarse investigación,literatura, pintura, fotografía, decoración, natación, cocina, crucigramas; no importa qué, importa que despierte cada sentido y transforme la monotonía y la depresión en una cita a la que acudir sin vestidos de gasa pero con un pincel, un diccionario, un pentagrama o un fertilizante para plantas. Es ese algo con quien ponerse de novia; de novio; lograr recordar o reconquistar esas sensaciones probablemente adormecidas o, incluso, ignoradas; algo que haga vibrar y que ocupe la vida con pasión; algo que, fundamentalmente, lo lleve o lo regrese a sí mismo.

Hoy, aquí, es la escritura la que se propone como una opción para conmocionarse.

Si bien los cuentos que curan tienen el acento puesto en la elaboración de situaciones difíciles o dolorosas, no es menos cierto que el escribir conlleva un placer en sí mismo y que permite a quien lo hace- a tirecuperar tiempos y espacios personales perdidos o nunca antes tenidos. El mero hecho de disponer de un lugar en la casa donde contar con lo necesario para hacerlo: estantería, libros, música, una mesa de trabajo, un buen sillón con iluminación correcta, ordenador o, si aún se adhiere al romanticismo una vieja máquina de escribir o una libreta; tan sólo el tener todo esto ya modificará algo de la cotidianeidad al contar con un espacio propio que, pronto, se transformará en un tiempo personal.

Plantearse una rutina colabora con la incorporación de este cambio; al menos en un principio, hasta que sea natural, que realmente forme parte de cada vida: dedicar un tiempo semanal o diario para comenzar a trabajar con uno mismo, utilizando ese tiempo que se emplea en comer en exceso, hacer compras compulsivas, fumar, quejarse o lamentar tanta mala suerte por cambiar lo que se cree que no se puede cambiar; lo fundamental es tomar ese tiempo diario para habitar su mundo de una manera probablemente nunca antes habitada.

Sólo la decisión de crear ese espacio y ese tiempo personal ya estará actuando sobre uno mismo, trayendo una mejoría a su cotidianeidad; luego la escritura aportará ese tiempo con uno mismo que resulta vital por poder mirarse; volver a verse pero de una manera nueva e inusitada que potencia y mejora la conexión consigo mismo.

Escribir ocupará el lugar de la rumiación de fantasías catastróficas reemplazándolas por la creación, escribir modifica atenuando el miedo antes de que se transforme en pánico o en crisis de ansiedad. A cada limitación una palabra, una historia, un personaje, un decorado.

Adentrarse en las historias propias transporta, aleja de la angustia e instala una escenografía de la que cada uno es dueño y artífice. (...) Los escritores suelen contar de qué modo la literatura, su propia escritura, los ayudó a superar trabas, cargas o dolores personales.

Jorge Luis Borges, entre otros grandes escritores comentó que era un insomne, que pasaba noches despierto sin lograr conciliar el sueño hasta que escribió ese cuento: "Funes, el memorioso" en el que el protagonista del cuento no sólo padece insomnios como el propio autor sino que además posee una memoria que recuerda a Borges sus noches insomnes recordando detalles de sus casas, de su historia intentando invocar un descanso que se le hacía reticente. Así surgió, como suelen surgir, ese cuento: Funes, el memorioso.

"Cuenta Borges, finalmente, que cuando escribió ese cuento se le acabó el insomnio, como si los símbolos del cuento lo hubieran liberado de él."

Frente a esos dolores del pasado que uno no puede o no sabe resolver, si se están atravesando crisis dolorosas y no se sabe cómo buscar ayuda, existe una posibilidad de aliviar la tristeza, la incertidumbre, esa conocida imposibilidad de ponerse en marcha.

Escribir cuentos da la posibilidad de encontrar alivio, de tener un espacio donde volcar el dolor y elaborar las situaciones traumáticas que se estén viviendo o se hayan vivido.

Al narrar, a través de personajes, aspectos importantes de la vida, éstos acceden con mayor facilidad a la memoria y así se liberan tensiones.

Cuando uno escribe se deja ir, la imaginación vuela, se exploran los sentimientos y se encuentran ideas profundas, todo amparado en la distancia que los personajes que uno crea toman de uno mismo porque de lejos se ve más claro.

Cuando al personaje le ocurren cosas que, en realidad le ocurren a uno mismo, se pueden comprender mejor las experiencias traumáticas.

Entregarse a la literatura abre puertas desconocidas y sorprendentes porque bajan las defensas haciendo que todo fluya más auténticamente y se puedan transitar todos los estados: sean miedos, inseguridades,dudas o debilidad.

Se puede liberar la rabia y la tristeza, e incluso, imaginar encuentros, reconciliaciones, pedidas de perdón. Quien escribe controla las escenas que en la vida real no puede.

Todo cuento que uno escribe, como toda historia que narran los escritores, implican contenidos que se procesan desde la historia personal. Contar un hecho traumático como una historia literaria, para la que no se requiere ser escritor, lleva a ordenar los acontecimientos, sacarlos de la profundidad invisible de las emociones y verlo. Como dijo una paciente: "Entre otras cosas, trabajar de esta manera, narrando, escuchando cuentos y utilizando las técnicas que fui conociendo me ayudó a ver que mi voracidad con la comida era un modo "voraz" de evitar mirar dentro mío; llenar mi boca, mi cuerpo para no ver el vacío de sentimientos, eso que evitaba ver en cada bocado. Ver mis heridas me hizo cambiar mi vida".

Si desde un principio uno no se atreve con la escritura de historias, hay un paso previo y ya lo presento.

Mariana Fiksler

PUBLICIDAD

psicólogos
Escrito por

MundoPsicologos.com

Nuestro comité de expertos, formado por psicólogos colegiados, se compromete a proporcionar información y recursos precisos y confiables. Toda la información se respalda con evidencia científica y se contrasta para garantizar la calidad de sus contenidos.
Consulta a nuestros mejores especialistas en
Deja tu comentario

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD