De las palabras bonitas a la realidad en las aulas

A nivel teórico y legislativo ha habido muchos avances en la atención a la diversidad, ¿pero cuál es la realidad que se vive en las aulas?

27 MAY 2019 · Lectura: min.
De las palabras bonitas a la realidad en las aulas

Me gustaría compartir con todas y todos la situación que estamos viviendo muchas familias que tenemos hijos e hijas disléxicos/as o con otros trastornos de aprendizaje.

A nivel teórico y legislativo, nos encontramos con multitud de artículos, libros, estudios, investigaciones, leyes… que hablan de inclusión, de igualdad de oportunidades, de educar en las diferencias, de adaptaciones e incluso de diagnóstico temprano.

Sin embargo mi experiencia como madre y como profesional, me lleva a desconfiar de todas esa palabras estupendas y esperanzadoras, ya que la situación en las aulas es otra. Y es en las aulas, donde nuestros niños y niñas pasan gran parte del día.

El día a día en clase

Tras hablar con muchas familias puedo decir que la historia es prácticamente la misma. Independientemente del centro educativo. Las familias empiezan a detectar cosas que no les cuadran en el proceso de adquisición de la lectoescritura. Lo comentan con el tutor, el cual resta importancia al asunto "no pasa nada, cada uno lleva su proceso". Pero ellos cada vez son más conscientes de que algo "raro" pasa. Lo vuelven a comentar con el centro educativo y los profesores van mandando el mensaje a las familias de que son sobreprotectoras o neuróticas. Pero llega un momento, en que el niño ya debería tener la lectoescritura adquirida (ahora sí) y entonces te citan y te dicen que el niño tiene un grave problema (de repente) y en muchas ocasiones casi en la misma reunión te plantean repetir un curso.

Es entonces cuando el centro educativo se plantea la realización de una evaluación. Cuando finalmente se tiene un diagnóstico, se cita a las familias y se les habla de unas fantásticas adaptaciones que se les van a realizar en el proceso.

Las familias por un lado se sienten liberadas, tenían razón, no eran neuróticas, ni sobreprotectoras. Por otro lado se sienten muy culpables "fijate todo lo que le hemos dicho". Los padres ante la insistencia del colegio de que todo es "normal". Suelen pensar que sus niños son vagos y les riñen, les fuerzan y utilizan métodos poco adecuados para que estos comiencen a leer. Algunos buscan ayuda profesional externa.

Por otro lado, está el sentimiento las propias niñas y niños. Muchas familias me han contado como sus hijos lloraban mientras le decían: "¿Así que no soy tonto?". Desde los Centro Educativos, no se les ha dado la respuesta adecuada. Que cada uno lleva su proceso, no significa que yo enseño de forma igual a todos y que cada uno "lo pille" cuando pueda. Significa, que yo como profesor tengo que tener las capacidades para adecuarme a la forma de aprender de cada niño y niña. Los efectos en la autoestima de tener a un niño todos los días en una clase pensando que "es tonto", son devastadores. Además lo normal es que deriven en problemas de conducta.

De la teoría a la práctica

Como decía, con el diagnóstico, llega un momento de esperanza. Pero este normalmente dura poco, cuando te das cuenta que lo que queda tan bonito en el papel, es muy difícil verlo en el aula. Normalmente los profesores no tiene la formación necesaria. Me quedo sin palabras, cuando una profesora me dice que un niño con dislexia no alcanza los objetivos del curso en lectoescritura, cuando me dicen que en clase bien, pero que luego hace mal los exámenes, cuando me dicen que un niño con dislexia es "despistado", cuando en septiembre se comienzan a plantear que igual es mejor que repita, cuando me dicen que es mejor que repita para que mejore en la lectoescritura, el orden, la capacidad de concentración, la atención y la memoria a corto plazo…

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A todos esos profesores yo les preguntaría: ¿crees que tienes la formación adecuada para intervenir con alumnado con trastornos de aprendizaje? ¿Te has molestado en leerte un definición de dislexia o del resto de trastornos que presentan tus alumnos y alumnas? ¿Sabes cuales son los síntomas de estos trastornos? ¿Tan poco confías en tus propias capacidades pedagógicas que no te ves capaz de enseñar nada a ese niño? ¿Sabes algo sobre la profecía autocumplida o la proyección de expectativas? ¿Verdaderamente se están llevando a cabo las adaptaciones metodológicas y evaluativas adecuadas para ese niño o niña en concreto? ¿Te has parado a pensar que beneficios reales se obtiene al hacer repetir curso? A nivel de motivación ¿te has planteado cómo puede afectar esto al niño? Y, lo más importante, ¿los síntomas del trastorno van desaparecer por repetir el curso?

Y a los centros escolares les preguntaría, si en su plan de atención a la diversidad de centro quedan muy bonita todas esas palabras esperanzadoras que he mencionado al principio. Porque en muchas ocasiones es para lo único que sirven, para tener un bonito documento. Porque normalmente el "diagnóstico precoz", se realiza cuando el problema es grave y está afectando a otras áreas (conocimientos, autoestima, comportamiento), las adaptaciones no son las adecuadas y por supuesto no se evalúan estas adaptaciones, los profesionales que tienen trabajando no están preparados, el sistema de contratación en los colegios públicos muchas veces dificulta la estabilidad de los equipos….

Creo que familias y Centros Escolares no deberíamos estar enfrentados. Creo que el objetivo debe ser común. Proporcionar contextos de aprendizaje positivos, inclusivos, dando un abordaje integral y adecuado a la diversidad.

Pero mientras esto no sea posible, bien sea por falta de recursos, por falta de personal, por falta de muchas cosas, les pido tanto a los profesores como a los Centro Educativos que sean conscientes de sus limitaciones. Que asuman que en mucha ocasiones no son facilitadores, sino que agravan el problema y no centren toda la responsabilidad en el alumnado. Tomando como solución rápida el repetir curso, porque está más que demostrado (y si a alguien le interesa puede comprobarlo) que el repetir curso no hace que desaparezcan los síntomas de ningún trastorno de aprendizaje, sino que influye de forma negativa en la motivación.

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Esther Rubio Esparza.

Psicóloga escolar y sanitaria.

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Escrito por

Esther Rubio Esparza

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