El estrés que te amarga la vida

Si el estrés esuna respuesta psicofisiológica ante una amenaza: ¿Qué es lo que los seres humanos consideramos una amenaza? ¿Ante qué estímulos se activa esta respuesta de estrés?

11 JUN 2014 · Lectura: min.
El estrés que te amarga la vida

Por Ana Villarrubia Mendiola.

El desarrollo cerebral del ser humano, cada vez más complejo, le ha permitido, entre otras cosas, desarrollar un lenguaje, pensar, razonar y construir, imaginar o proyectar realidades mentales sin correspondencia material. Esta fascinante habilidad de nuestro cerebro que nos permite trasladarnos a voluntad hacia el pasado y prever el futuro es un arma de doble filo.

Las amenazas percibidas no son ya las tangibles: un león en la selva, un coche que no frena en un paso de peatones, alguien que no nos inspira confianza en un callejón oscuro, la imposibilidad de pagar un recibo… Las amenazas pasan a ser también construcciones mentales, adivinaciones de futuro, adivinaciones del pensamiento de los demás, preocupaciones por el futuro de uno mismo o de los demás:

¿Y si esto no sale bien?… ¿Y si le pasa algo?… Tendría que haberme comportado de otro modo… ¿Y si me despiden?… ¿Y si no le gusto?… ¿Y si me rechaza?…

A través de preocupaciones, anticipaciones y culpabilizaciones, entre otros mecanismos, multiplicamos las amenazas y sembramos un campo de minas en el que nuestro sistema de alerta se activa con el pensamiento casi de manera constante, pudiendo llegar a sufrir de un estrés más crónico que situacional, algo nada adaptativo para nuestra salud física y psicológica.

Como seres racionales que somos le sabemos poner nombre muy rápidamente a aquello que sentimos. Así, toda esta serie de amenazas más o menos subjetivas que dan lugar a reacciones de estrés acaban alarmándonos bajo la etiqueta de agobio (cuando nos sentimos superados por la situación), ansiedad (cuando la amenaza atenta contra nuestra seguridad o supervivencia física o psicológica), tristeza (cuando experimentamos una pérdida), angustia (ante una situación ante la cual nos sentimos indefensos o sobrepasados intensamente), culpa (cuando no asentimos responsables de un daño causado), rabia (cuando nos conseguimos lo que nos proponemos y no damos con la solución)…

Falta por ver, en cada caso, si le ponemos a cada situación de amenaza la etiqueta que efectivamente le corresponde o la etiqueta responde a su vez a una construcción mental nuestra: sentirnos culpables de algo de lo que no somos ni de lejos responsables, vivir la rabia por algo cuya solución escapa a nuestro control, experimentar ansiedad por un peligro ficticio al que es altísimamente improbable que tengamos que enfrentarnos nunca jamás…

La mente, una vez abierta la puerta de la preocupación rumiatoria, es un amplio campo de amenazas que pueden llegar incluso a bloquearnos. En nuestra mano está entrenar su autocontrol.

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Escrito por

Centro Sanitario de Psicología Clínica 'Aprende a Escucharte'

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