La gente tóxica

Antes de leer el artículo pensemos en aquellas personas que nos pueden llegar a sacar de nuestras casillas aunque a veces las queramos mucho.

29 MAY 2014 · Última modificación: 27 ENE 2021 · Lectura: min.
La gente tóxica

¿Quién no tiene un amigo, jefe, compañero, pareja, etc. que nos altera de tal forma que llega a descolocarnos?, ¿quién no conoce a alguien que te llama o le llamas y tras soltarte todos sus problemas de carrerilla dice bueno ya hablamos y tu no has podido decir ni una palabra?, ¿quién no conoce a alguien que solo habla de sí mismo, de sus logros y que con solo hablar de él se le llena la boca y no tiene sitio para nada más?, ¿quién no conoce o ha conocido a alguien que hasta que no consigue que hagas lo que quiere no para?, ¿quien no conoce a alguien que tiene tantas habilidades para darle la vuelta a la tortilla que te quedas atónito cuando se va y al final has quedado tú como el culpable?.

Las emociones predominantes que sentimos frente a estas personas suelen ser impotencia, rabia y desconcierto. Nuestra cara en ese momento es un poema, porque lo peor de todo es que ni siquiera han sido conscientes de cómo se han comportado y el “lastre" que han dejado en el otro. Nos parecerá mentira que no sean conscientes de ello, pues CREEROSLO, es así, pero no por ello tenemos que seguir permitiéndolo.

Lo primero es identificar a estas personas, normalmente aunque no nos guste decirlo, suelen ser las más queridas y/o cercanas pertenecientes al entorno familiar, laboral o social. ¿En qué nos tenemos que fijar?. En cómo nos sentimos frente a estas personas, normalmente la emoción y la intuición no se equivocan. A su vez preguntarnos si es necesario mantener esa relación o no valorando lo que nos aporta. En el caso de que no sea necesaria acabaremos con ella SIN sentimiento de culpabilidad, ya que tenemos que tener en cuenta que a esas personas no les importamos tanto como para tener que aguantar este tipo de actitud. Si por el contrario no nos queda más remedio porque son familia, amigos o compañeros de trabajo, respiraremos hondo cada vez que tengamos que hablar con estas personas, expulsando el aire de forma tan intensa para sacar toda la tensión que nos está produciendo este momento.

Ante su discurso que suele ser muy directivo, impositivo, crítico o quejoso, molesto o hiriente podemos responder de dos maneras: La primera con una gran sonrisa y sentido del humor, equiparándolo a las gotas de lluvia cuando resbalan por el chubasquero (diciéndolo con delicadeza por no ponerlo de otra forma) o si somos incapaces porque no nos sale nada gracioso en ese momento, sí que responderemos con un tono firme y seguro que ese comentario nos está molestando, no estamos de acuerdo, nos hace sentir mal, etc. De esta manera también intentamos ganarnos el respeto de esta persona y marcamos los límites para que se replantee el volver a tener este comportamiento con nosotros.

Es importante entender que su personalidad es así, no significa que tengamos que aceptarla sin más, pero sí el ver que no podemos cambiarles, que ellos son como son por sus diferentes aprendizajes en la vida. Podemos comprenderlo y hasta poder tener una cierta compasión pero eso no nos obliga a tener que aguantarlo.

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Lola Remón y Lourdes Garoz

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Escrito por

Lourdes Garoz

Licenciada en psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Experta en terapia EMDR, en terapia sistémica y terapias corporales y cognitivo-conductuales. Actualmente trabaja en las clínicas Garoz dónde ejerce su experiencia y conocimientos para evaluar e intervenir en casos de niños y adultos.

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Comentarios 1
  • Mónica Martinez

    ¿ Qué pasa si esa persona es tu madre?

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