Los peligros de vivir como el cuento de la lechera

¿Qué pasa si vivimos pensando en el futuro y planificando lo que nos sucederá? Hoy explico el cuento de la lechera y los peligros de vivir haciéndonos castillos en el aire.

23 JUL 2018 · Lectura: min.
Encarni Muñoz Psicoterapia

Seguro que habrás escuchado alguna vez el famoso cuento de la lechera, pero por si acaso voy a resumirte brevemente lo que narra y su moraleja para ponerte en antecedentes.

Pese a que hay varias versiones, puesto que es un cuento popular, a grandes rasgos explica la historia de una chica que va con un cántaro de leche al pueblo más cercano para venderlo y así sacar un dinero. Mientras va por el camino va pensando en lo que hará con ese dinero: comprará unos huevos, de esos huevos saldrán polluelos, los venderá y cambiará por una vaca que le dará más leche y conseguirá más dinero vendiendo esa leche. Pero por el camino mientras va ensimismada pensando en lo que hará cuando consiga todo eso, no se fija en una piedra, tropieza, cae y el cántaro se rompe vertiendo toda la leche al suelo, por lo que se queda sin leche y sin dinero. La moraleja del cuento es que a veces la ambición y los castillos en el aire hacen que no vivamos el momento presente.

Ahora dirás, ¿y qué tiene que ver el cuento de la lechera con la psicología y el crecimiento personal? Pues mucho, ya que hay mucha gente que está continuamente pensando en el futuro, en lo que pasará, en los planes, etc y se dejan por el camino lo que están viviendo en el momento presente.

Alguna vez he hablado sobre los problemas que supone preocuparse por el futuro, pero en este caso no estamos hablando de preocupaciones sino de pensar en metas, objetivos a alcanzar y motivaciones futuras.

En principio no parece nada malo pensar en el futuro, y de hecho, creo que está bien plantearse esas metas porque hace que lo que vivimos en el presente tenga un sentido. Es decir, no vamos vagando por la vida sin rumbo, sino que tenemos clara la dirección. El problema es cuando tenemos la vista puesta sólo en lo que pasará mañana y no en lo que está sucediendo ahora.

Voy a ponerte un ejemplo de este problema: Una vez alguien me explicó que había planificado muy bien un viaje. Era el viaje de sus sueños y sabía lo que iba a ver cada día. Tenía muy claro qué paisajes descubriría y lo que iba a hacer en cada momento. Una vez en el viaje, esta persona se dio cuenta de que llevaba varios días sin disfrutar porque cuando llegaba al destino, en lugar de disfrutarlo y vivirlo, estaba pensando en las ganas que tenía de ver lo que faltaba del viaje. Además, era tanto lo que había imaginado que haría que luego no pudo materializarlo todo y se frustraba. Algún autobús llegaba tarde o había obras en ese monumento que llevaba tanto tiempo deseando admirar, o había planificado hacer demasiadas cosas y luego no daba tiempo de hacerlo todo, por lo que tenía que escoger o le proponían improvisar pero no se lo permitía porque entonces toda esa planificación tan bien estructurada se desmontaría. Es decir, de nada sirvió imaginar tanto y planificar tanto. Cuando llegó a su casa tenía la sensación de que no había disfrutado del viaje porque no se habían cumplido todos sus objetivos y se había ido enfadando y frustrando en el viaje. Además, se dio cuenta de que la propia ilusión por lo que haría en los días posteriores le enmarañó los días presentes y no se permitió ser espontánea y disfrutar en cada momento.

En resumen, ¿cuáles son las consecuencias de vivir como el cuento de la lechera?

  1. Dejar poco espacio a la espontaneidad: Una cosa es tener claro el destino o la meta y otra cosa muy diferente es imaginar cómo será cada momento. Si se planifica o imagina todo lo que pasará, dejamos poco espacio a la improvisación. De alguna manera intentamos cumplir con lo que tenemos previsto y no nos permitimos salir de lo establecido. Y eso puede ser un error. Por ejemplo, imagina que te quieres montar un negocio de cupcakes. Tú ya visualizas cómo será el establecimiento, si tendrá cafetería o será para llevar, qué sabores habrá, cómo será la decoración, qué precios tendrán tus productos, si tendrás trabajadores a tu cargo o serás tú solo/a, etc. Lo tienes todo tan planificado que no te permites improvisar con lo que te apetece en el momento y eso le da un toque robótico a tus actos. Además, si resulta que al lado montan un establecimiento similar, por mucho que hayas planificado si quieres que el negocio sobreviva tendrás que darle una vuelta a lo pensado y cambiar algo.
  2. Frustración constante: No podemos planificar con exactitud el futuro, porque hay tantas variables que interfieren que no podemos adivinarlo todo. Por tanto, es un esfuerzo en vano ya que cuando las cosas no salen según lo previsto nos podemos frustrar. Siguiendo con el ejemplo del establecimiento de cupcakes, si por ejemplo ya tenías pensado el color de las sillas, los cuadros, etc, y luego no los encuentras, te sentirás mal con el resultado, aunque la decoración sea estupenda igualmente. O por ejemplo, si ya tenías pensada la distribución del espacio pero cuando tienes el local te das cuenta de que no cabe como habías pensado. La frustración en estos casos está asegurada. Es mejor esperar a ver las cosas para adaptarse a la situación y buscar soluciones.
  3. Rigidez y control excesivo: Es un poco aburrido ser tan meticuloso, ¿no te parece? Imaginar tanto el futuro tiene un punto perfeccionista, rígido y controlador que impide disfrutar de los imprevistos, de lo que irá sucediendo y en general de la vida. La rigidez y el autocontrol excesivo son perjudiciales para nosotros mismos porque generan ansiedad y frustración constantes al no poder lograr que las cosas salgan siempre según lo previsto.
  4. No disfrutar el presente y no ver los peligros: Éste creo que es el punto más importante. El presente es lo único que podemos cambiar, así que ¿por qué centrarnos en el futuro si no podemos hacer nada con él? A veces estamos tan cegados con el futuro que no vemos los contratiempos que van viniendo y nos chocamos contra muros. Por ejemplo: una paciente me contaba una vez que empezó una relación de pareja con un chico. Tenía tantas ganas de tener pareja que desde el principio ya pensaba en lo felices que serían, la casa que se comprarían, los viajes que harían y los hijos que tendrían. Era tanta la ilusión porque la relación funcionara que no se dio cuenta de que la otra persona no estaba en el mismo punto, que se lo pasaba bien con ella pero no quería una relación seria y ella aunque se topaba de bruces con la realidad, seguía obcecada en enamorarlo y hacía incluso cosas que iban en contra de sus principios y valores para conquistarle y así cumplir su sueño pero lo único que conseguía era que la otra persona huyera y se asustara más. Quizás si se hubiera centrado en vivir lo que estaba experimentando sin tanta planificación, se habría dado cuenta de que no era oro todo lo que relucía y habría podido o bien disfrutar de una relación sin compromiso o bien cortar por lo sano.

Por tanto, vivamos más el presente, disfrutemos de lo que viene y de lo que tenemos, resolvamos los problemas actuales y dejemos de darle tantas vueltas a lo que podrá suceder en el futuro; total, eso ya lo veremos mañana. ¿De qué sirve pensarlo hoy?

Encarni Muñoz Silva

Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918

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Escrito por

Encarni Muñoz

Encarni Muñoz es psicóloga sanitaria, especializada en adultos y con más de 10 años de experiencia. Realiza terapias individuales y de pareja a partir de una corriente integradora. Su objetivo es dotar a la persona de recursos y ayudar a descubrir los que posee para mejorar su calidad de vida en el mínimo número de sesiones posible.

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Comentarios 1
  • Roberto Peña

    A mí me huele que esta lecherita tenía rasgos narcisistas muy fuertes. 1. Grandiosidad de metas. 2. Exceso aparente de confianza. 3. Ensimismamiento. 4. Autosuficiencia.

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