Sendero y vida

Considero que la vida se podría ilustrar como un sendero, en donde caminamos por una ruta de nuestro interés, siguiendo un itinerario para organizarla.

Tendremos como senderistas la ayuda de muchos elementos importantes como mapas, indicadores, caminos ya marcados (las grandes rutas o pequeños recorrido).

Como senderistas hemos de tener cierta planificación y capacidad para ir interpretando las señales del camino en función del itinerario que nos habíamos marcado. Así, el caminar por la vida supone interpretar el terreno, los acontecimientos, nuestros estados internos y lo que ocurre a nuestro alrededor y a las personas que nos acompañan en el mismo. Es decir, dar significado a los acontecimientos, al terreno y a la vida.

Somos seres que tenemos fines, objetivos, los cuales canalizan nuestra actividad. Cada persona se pone en marcha para caminar con un objetivo distinto. Para algunos es importante llegar a la meta, para otros poder disfrutar plácidamente del paisaje, mientras que otros quieran hacer ejercicio…Cada uno le dará un significado diferente.

El grado de implicación en relación a los objetivos es muy diferente, y por lo tanto también varía el grado de preparación. Por ejemplo; alguien puede haber estado preparando meses el subir a una cima. Esta persona estará poniendo toda su energía y gran parte de su sentido de identidad. Mientras que para otros puede ser una simple caminata placentera para llenar una tarde.

También ocurre que mientras caminamos, nos vamos encontrando con marcas que suponen una confirmación de que vamos por el camino adecuado, y esto nos genera un sentimiento de validación y embarga una sensación satisfactoria… Una confirmación de que vamos por el camino correcto.

Sin embargo, muchas veces dejamos de ver esas marcas, y no encontramos señales…. Y comenzamos a pensar, ¿habré tomado un camino equivocado? ¿Me habré perdido?

Frente a esto pueden ocurrir varias cosas: si no sé muy bien dónde estoy y ante la ausencia de señales comenzaré a sentir ansiedad. También puedo sentir que estoy frente a una gran amenaza: soy consciente dónde estoy  y de las dificultades que hay para llegar. Veo claramente lo que va a pasar y no me gusta. O incluso podré optar por mantenerme por la misma línea, aun sabiendo que no hay señales. De esta manera, estaré forzando la situación, para que se haga lo que yo realmente creo que tiene que ocurrir.

Aunque si reviso y puedo volver atrás… hasta la última marca o lugar donde yo sabía dónde estaba… donde tenía las cosas claras… Podré ir reconstruyendo el camino para ver de qué manera puedo encontrar el itinerario que yo quería hacer antes de perderme. O bien, dándome cuenta que estoy en otro escenario, en otro terreno; y por lo tanto; reconstruir mis objetivos y decir: “no voy a ir a esta montaña porque me he perdido, sin embargo; pasaré un rato cerca de este lago que no tenía previsto y es realmente agradable”. En este momento, es cuando reconstruyo mis objetivos y cambio mis planteamientos.

Muchas veces nos ocurre como caminantes, que tenemos mucho interés en subir la montaña, pero nuestros pies nos empiezan a doler. Y nos encontramos ante un dilema… Y tendré que optar por la opción que responda a mis prioridades y objetivos en la vida. Y dentro de estos objetivos, habrá unos que se relacionan con nuestro proyecto vital. Estos son los  que nos ayudarán a tomar decisiones, y superar nuestras dudas.

No olvidemos que si bien algunas veces caminamos solos, muy a menudo lo hacemos acompañados. Así, tendré que adaptar mi ritmo de andar al ritmo de mis compañeros, y establecer objetivos comunes.

Por último, recordar que nuestra marcha será más agradable y placentera si mientras caminos evocamos imágenes positivas, experiencias bonitas y proyectos que continúan motivándonos y nos hagan sentir el placer de viajar por la vida.

Marisol Faks

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