5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

La manera en que hemos vivido nuestra infancia es la forma mas clara de ver como sera nuestra etapa adulta.

25 OCT 2018 · Lectura: min.
5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

1. El miedo al abandono

El desamparo es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Imagínense lo doloroso que tiene que ser para un niño sentir el miedo de estar solo, aislado y desprotegido ante un mundo que no conoce.

Como consecuencia, cuando el niño desamparado sea adulto, intentará prevenir el hecho de volver a sufrir el abandono. Por lo tanto, quien lo haya padecido, tenderá a abandonar tanto a sus parejas como a sus proyectos de forma temprana. Esto responde, única y exclusivamente, al temor que le ocasiona revivir aquel sufrimiento.

Es muy común que estas personas hablen o piensen de esta forma: "Te dejo antes de que tú me dejes a mí", "nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto", "si te vas, no vuelvas…".

Estas personas tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser abandonados y su rechazo al contacto físico (abrazos, besos, contactos sexuales…). Esta herida no es fácil de curar, pero un buen comienzo para cicatrizarla es afrontar el temor a quedarse solos hasta que fluya un diálogo interior positivo y esperanzador.

2. El miedo al rechazo

Esta herida impide que aceptemos nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras vivencias. Su aparición en la niñez está ocasionada por el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. El dolor que se genera por esta herida impide una construcción adecuada de la autoestima y del amor propio de la persona que lo padece.

Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.

Ese niño rechazado no se siente merecedor de afecto ni de comprensión y lo que le hace aislarse por temor a volver a experimentar este sufrimiento.

3. La humillación

Esta herida se genera cuando sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos crear estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás (algo que es, tristemente, muy común). Esto, sin duda, destruye la autoestima infantil y, por tanto, dificulta la posibilidad de cultivar un amor propio saludable.

El tipo de personalidad que se genera con frecuencia es una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser "tiranos" y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector. Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4. La traición o el miedo a confiar

Esta herida se abre cuando personas cercanas al niño no cumplen sus promesas, haciendo que se sienta traicionado y engañado. Como consecuencia, se genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y en otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.

Padecer estos problemas en la infancia construye personalidades controladoras y perfeccionistas. Son personas que quieren tenerlo todo atado y reatado, sin dejar nada al azar. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás. Esto se justifica, frecuentemente, por la presencia de un carácter fuerte; sin embargo, digamos que obedece a un mecanismo de defensa, un escudo de protección ante el desengaño. Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar, haciendo así que se cumplan sus prejuicios. Tienen que trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solos y a delegar responsabilidades.

5. La injusticia

El sentimiento de injusticia entra en juego en hogares en los que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. Una exigencia excesiva genera sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.

Como consecuencia, quien experimente este dolor, puede llegar a ser una persona rígida que no admita medias tintas en ningún orden de su vida. Suelen ser personas que intentan ser muy importantes y alcanzar un gran poder.

Es probable que se haya creado un fanatismo por el orden, el perfeccionismo o, incluso, por el caos. La cuestión es que son personas que radicalizan sus ideas y, por ello, tienen dificultades para tomar decisiones con seguridad.

Para hacer frente a estos problemas hay que trabajar la suspicacia y la rigidez mental, con objeto de generar una mayor flexibilidad y permitir la confianza en los demás.

Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

PUBLICIDAD

Escrito por

Juvenal Ornelas

La carrera profesional de Juvenal es diversa. Ha ejercido en el área laboral durante 12 años en Canarias. También ha trabajado en el ámbito clínico durante 3 años en clínicas privadas. A nivel educativo, lleva más de 5 años y, en la actualidad, compagina la actividad con su consulta propia. Entiende y comprende que la psicología es más que una sola área de actuación.

Ver perfil
Deja tu comentario

PUBLICIDAD

últimos artículos sobre crecimiento personal

PUBLICIDAD