Conviértete en un buen conversador

Hay otras, en cambio, para las que mantener una conversación y conseguir que esta resulte atractiva a los demás es sumamente difícil. Esta habilidad, que a priori puede resultar intrascendente, ya que hay individuos más abiertos y otros más introvertidos, es un elemento importante en algunos sectores, hasta tal punto de que hay empresas que valorar la habilidad social para ofrecer conferencias o atraer al público durante las presentaciones corporativas sin aburrir a la audiencia.

El equipo del psicólogo Daniel T. Gilbert, de la Universidad de Harvard, ha publicado una serie de estudios en la revista especializada Psychological Science donde aborda este tema y ofrece los resultados de algunos estudios sobre lo que gusta y no gusta al público y lo que podemos hacer para que nuestros discursos resulten interesantes y no aburran a los oyentes.

Según estos artículos, las claves para convertirse en un buen conversador son las siguientes:

Cuando vamos a hablar con alguien o exponer algo pensamos erróneamente que nuestro público o aquel con el que mantenemos la conversación querrá conocer lo que no sabe, es decir, se sentirá atraído por datos e información que no conoce, pero no es así. Todo lo contrario. Este psicólogo apunta que lo que más interés despierta son aquellos hechos que son conocidos y han sido experimentados por los demás. Y pone el ejemplo de una película. Si hablamos con alguien sobre una película y ese alguien no la ha visto, esta charla le resultará más aburrida que si hablamos sobre una película que sí ha visto, donde puede sentirse identificado con el mensaje que se transmite e incluso interactuar.

Si se van a presentar nueva información sobre un proyecto determinado o se va a exponer un novedoso avance en materia de investigación, es preferible recurrir siempre a información que el público conoce y a datos comunes para que no pierdan el hilo y acaben desconectando de la ponencia. Ello complementa el punto anterior y queda demostrado en uno de los dos experimentos que el equipo de Harvard llevó a cabo. En él, el ponente tuvo que hablar de una conferencia que ya había visualizado y que algunos miembros del público también conocían. El resultado fue que aquellos que también habían visto el vídeo y conocían de lo que hablaba el ponente se interesaron más y valoraron mejor la conferencia que los que no conocían los datos que se apuntaban y no habían visto dicho vídeo.

Lo mismo sucede con las anécdotas comunes. Si necesitamos contar algo, hacer uso de anécdotas que hayamos experimentados todos hará que la charla resulte más interesante, pues los interlocutores se sentirán identificados y comprenderán aquello que se desea transmitir. Por eso, estos especialistas aconsejan que en las exposiciones, sobre todo de cuestiones complejas, se recurra a anécdotas y experiencias comunes para llegar a todos.

Es aquí cuando entra en juego el segundo experimento, que evaluó la comprensión y las reacciones de una conversación. Cuando el interlocutor usaba anécdotas o hechos familiares, los oyentes se sentían atraídos, pues habían experimentados sucesos parecidos y eran capaces de comprender lo que se exponía. En los casos en los que no se producía esto, los oyentes se perdían, ya que cuando hablamos solemos destacar lo más importante y dejamos datos que creemos que no son trascendentales pero que resultan fundamentales para que los demás comprendan el mensaje. De ahí que sea necesario emplear experiencias comunes.