Estoy enfermo: ¿se lo digo a mis hijos?

Cuando hacemos frente un diagnóstico desfavorable se nos hace muy difícil comunicárselo a nuestros hijos: ¿cómo se lo van a tomar?

15 SEP 2014 · Lectura: min.
Foto: Elementus, Pixabay
A las familias con niños pequeños suele preocuparles cómo van a reaccionar éstos si les comunicamos que estamos enfermos o que algún ser querido está afrontando problemas de salud. Cuando hacemos frente un diagnóstico desfavorable se nos hace muy difícil comunicárselo a nuestros hijos: ¿cómo se lo van a tomar?

Cada niño reacciona de manera distinta y muchos factores intervienen en el proceso de asimilación: la edad, la personalidad, la manera en cómo le comunicamos la noticia o el tipo de relación que mantenemos con él o ella son aspectos que pueden alterar el modo en cómo nuestro hijo acepta que uno de sus padres está enfermo. Antes de contarle qué está ocurriendo, muchos se preguntan: ¿se lo decimos o no? Las actitudes principales son:

1. “Prefiero no decirle nada. No sabría responder a sus preguntas y es demasiado pequeño para que lo entienda. Es mejor no asustarlo”.

La elección de no explicar a tu hijo que estás enfermo quizá no es la decisión más acertada. Los niños están acostumbrados a la rutina y, cuando ésta se ve alterada, lo notan; hasta los más pequeños se dan cuenta de que algo está ocurriendo. Es por ello que es mejor afrontar la charla sin dilaciones, ya que la espera podría confundir al niño, acrecentar su ansiedad y causarle temores. Como los adultos, los niños temen a lo desconocido y por eso es recomendable hacerles saber qué está ocurriendo. Ocultarles información es ineficaz y contraproducente a medida que avanza el problema e, incluso, puede hacer que los niños se sientan culpables por en lo que no han tenido nada que ver.

Cabe tener en cuenta, en cualquier caso, que debemos adaptar nuestras explicaciones a la edad del niño o de la niña. Según Laia Jané, psicóloga de la Asociación de Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Cataluña (AFANOC), “La edad juega un papel muy importante en la decisión de qué y cuánto se debe informar a un niño de una enfermedad. […] Lo fundamental es decir la verdad de una forma en la que los niños puedan comprender”.

2. “Le digo la verdad e intento explicarle lo que está ocurriendo. Pero, ¿cómo lo hago?”.

Aunque a veces sentimos que los niños son ajenos a los problemas que afrontamos los adultos en “el mundo real”, los más pequeños forman también parte de ese mundo y son capaces de percibir cuando algo no va bien. Los silencios tensos, el miedo que denota nuestra voz o los temores que desprenden nuestros abrazos son mensajes no verbales que nuestros hijos captan con una rapidez y una facilidad pasmosa.

Por todo eso, los especialistas recomiendan no omitirles a los hijos que uno está enfermo. Nuestro deber como padres no es solo hacerles sentirse seguros, también tenemos que trabajar forjando un vínculo de confianza. Aunque resulte doloroso, lo mejor es darles información próxima a la realidad, si bien siempre haciéndolo de forma en que los niños puedan comprenderla; hay que adaptar el vocabulario que se usa (sobre todo teniendo en cuenta la edad) y también hacerlo de forma gradual. Hay que respetar sus necesidades: dejarles preguntar cuando sientan curiosidad u omitir el tema si en ese momento ellos no se sienten cómodos hablándolo.

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