Inteligencia emocional y el control de la ira

Saber canalizar la ira sin hacer daño a los demás ni a uno mismo. La inteligencia emocional implica conocer y manejar las emociones y saber expresarlas satisfactoriamente.

17 ENE 2014 · Lectura: min.
Inteligencia emocional y el control de la ira

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La psicología desde su nacimiento ha tratado mediante diferentes tipos de psicoterapias eliminar el malestar de las personas causado por la incapacidad de gestionar las propias emociones.

Desde la infancia aprendemos a modular nuestros sentimientos positivos y negativos, la socialización requiere comportarse respetando al prójimo lo cual implica desarrollar no sólo los aspectos intelectuales sino aquellos emocionales.

Ya lo señaló Charles Darwin al indicar la importancia de la expresión de las emociones para la supervivencia y adaptación al medio. Diversos psicólogos e investigadores introducen la idea de que el cociente intelectual, que es un indicador de la inteligencia, no explica plenamente la capacidad cognitiva, subrayando la influencia de otra inteligencia, la inteligencia emocional que implica el conocimiento y el manejo de las emociones y saber expresarlas satisfactoriamente.De hecho cualquier decisión que tomemos por trivial que parezca, como comer, comprar o hasta la pareja que elegimos son actividades que involucran las emociones.

Los sentimientos y afectos dan color y sombra a nuestra vida. Emocionarse es una cualidad humana que nos hace experimentar el placer, el amor, la alegría, aunque también otras emociones menos agradables como la rabia, la tristeza, el dolor, el asco, el miedo.

No es el tipo de emoción la que nos genera problemas sino la intensidad con la que se vive la misma y la incapacidad de controlarla o inhibirla. Podemos sentir mucha felicidad y expresarla de modo inapropiado, por ejemplo hablando y abrazando a un desconocido haciéndole sentir incómodo. Podemos expresar la ira golpeando una pared hasta hacernos daño, o gritando a una persona hasta hacerla llorar. Nos puede paralizar el miedo mientras subimos a un edificio alto o ante la posibilidad de sufrir un ataque de pánico.

Sentimientos y razón no son independientes sino ingredientes que deben estar en armonía, una dosis adecuada de cada elemento hará que la persona se sienta feliz y estable. Una justa medida entre nuestros afectos y la razón será la clave de una vida tranquila al margen de las explosiones emocionales que nos complican tanto la vida y nos hacen sufrir.

Saber expresar y/o canalizar la ira o frustración sin hacer daño a los demás ni a uno mismo, expresar el amor sin incomodar a los demás, afrontar el miedo sin caer en el pánico, no dejar que las emociones afecten a la toma de decisiones pueden ser los objetivos de una terapia psicológica.

Normalmente me piden ayuda personas que son incapaces de inhibir o controlar sus emociones negativas, que el mal humor gobierna sus vidas, que saltan ante el acontecimiento más banal, descargando su ira a través de discusiones frecuentes que concluyen en pérdidas de control contra los más queridos. Estas personas se encienden rápidamente y les cuesta calmarse y centrar su atención, suelen ser extremadamente sensibles a los acontecimientos cotidianos y susceptibles ante los demás y manifiestan un enorme malestar al transformarse en aquello que no desean.

Estas personas generalmente aman el control y descubren con la terapia que tienen unas reglas muy rígidas, que su vida está milimétricamente planeada y ante el menor imprevisto se descuadran y se sienten amenazadas, irritadas, descargando su cólera hacia los que tienen más cerca. Como una cuerda que si se tensa mucho se rompe, esta falta de flexibilidad ante los avatares de la vida cotidiana produce un descontrol emocional constante siendo ineficaz el intento de relajación durante la explosión.

Cuando el volcán estalla, no podemos contener dentro su lava, así mismo centrar la terapia psicológica en técnicas de relajación será infructuoso, ya que intentar calmarnos en el momento del enfado será misión imposible. En cambio si podemos prever y anotar diariamente que episodios desencadenarán nuestra ira a lo largo de nuestra jornada, así aprenderemos a pensar “en frío" sobre nuestras emociones.

En segundo lugar, no hay que taponar la ira sino canalizarla, lo que significa utilizar su fuerza negativa y transformarla en positiva. Hay diversas técnicas entre las que nos encontramos: la escritura programada diaria, la práctica de un deporte, cantar, pintar, o cualquier tarea que canse o ayude a descargar la energía física y psíquica, es decir que le mantenga concentrado y activo físicamente.

Por ultimo, ante la tendencia obsesiva de tenerlo todo bajo control podemos introducir pequeños desordenes voluntarios, que a la larga nos ayudarán a manejar esas emociones, y descubrir poco a poco el placer de la flexibilidad. Sería un pequeño desorden cotidiano que le ayudará a mantener el orden.

El éxito personal depende de la capacidad para mantenerse estable emocionalmente, de tomar decisiones acertadas y sentirse satisfecho socialmente.

La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia.

El arte de la Guerra. Sun Tzu.

Belén Silván Oró. Psicóloga. Clínica Virgen de las Nieves. Psicología Breve Estratégica.

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Escrito por

Belén Silván Oró

Licenciada en psicología, experta en psicoterapia y en neuropsicología clínica. Amplia experiencia clínica en psicología en diferentes centros. Formación universitaria en diversas orientaciones psicológicas. Usa la hipnosis ericksoniana y el test de Rorschach. Experta en neuropsicología clínica.

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