La importancia de no implicarse emocionalmente en los casos

¿Es bueno implicarse en los casos? A veces la implicación que se tiene puede ser en exceso o en defecto; hoy explico lo que supone la implicación justa con los casos y cómo llevarla a cabo.

28 JUN 2018 · Lectura: min.
Encarni Muñoz Psicoterapia

Ser psicólogo no es una tarea fácil, pese a que haya gente que aún crea que para serlo sólo hay que sentarse a escuchar y cobrar por ello. Somos cómplices cada día de muchos testimonios, algunos de mayor gravedad que otros, pero independientemente de eso, todos conllevan una gran carga emocional y sufrimiento para quienes lo padecen. Quien va al psicólogo deposita su confianza en una persona que no conoce de nada y espera que pueda ayudarle a resolver sus conflictos y llevar una vida más satisfactoria. Así pues, tenemos una gran responsabilidad para con la gente.

Pero ese no es el principal handicap de ser psicólogo, hay que aprender algo que no te enseñan en ninguna asignatura de la facultad y que se consigue con la práctica: la implicación justa con los casos.

¿Qué quiere decir una implicación justa con los casos?

Especialmente cuando eres un psicólogo novel, con poca experiencia, quieres poner toda la carne en el asador y a veces eso conlleva una implicación excesiva en los casos, por lo que acabas sufriendo tú también con el sufrimiento de tu paciente y entonces no puedes hacer un buen trabajo terapéutico porque pierdes la objetividad.

En otras ocasiones, sin embargo, ocurre todo lo contrario, estás tan pendiente de ser correcto/a y no equivocarte, que dejas de aportar naturalidad a la relación terapéutica y ésta no funciona porque se ve fría.

Para entender esto mejor, voy a explicar mi vivencia personal de cuando empecé a trabajar como psicoterapeuta y mi periplo hasta lograr lo que considero que es una implicación justa:

Cuando salí de la carrera, mi sentimiento era de no tener ni idea de nada. Se supone que cuando acabas la formación tienes que tener las herramientas necesarias y suficientes para abrirte un gabinete o trabajar para otras personas pero yo me sentía totalmente fuera de lugar (de hecho, a día de hoy corroboro que la carrera de por sí no es suficiente para poder ejercer y es fundamental e imprescindible una especialización de master). Así que de casualidad di con una formación práctica de dos años donde desde el principio ves a pacientes y estás constantemente supervisado por varios profesionales que analizan al detalle cada sesión realizada. Esta formación, pese al miedo que me daba por estar constantemente en el ojo del huracán, fue la que me abrió las puertas de la confianza en mi profesionalidad. Durante ese tiempo, me enseñaron cómo actuar cuando te encontrabas en diferentes dificultades y tesituras y también me enseñaron a mantener la distancia con los pacientes pero mostrándome cercana a la vez (una tarea bastante complicada debido a la contrariedad que supone). La cuestión es que cuando salí y empecé a trabajar por mi cuenta, observé que muchos pacientes no llegaban a generar vínculo terapéutico y se marchaban a las pocas sesiones. Yo no entendía porqué, si estaba aplicando a rajatabla todo lo que me habían enseñado ¿cómo era posible? Así que me pasé al extremo contrario, implicarme demasiado. Aún recuerdo un paciente con el que me pasó esto. Era un señor con leucemia que desde el principio me generó una gran ternura. Y quizás por lo complicado de su situación, porque estaba solo y porque yo quería hacer todo lo posible por ayudarle, me impliqué en exceso. Cuando salía de trabajar seguía pensando en cómo ayudarle e incluso una vez estaba tan absorta en la sesión que estuve 2h con él, el doble de tiempo del recomendado como terapéutico. Pero un día me di cuenta de que no era profesional lo que estaba haciendo (llegué a llamarle varias veces como si fuera su amiga para preguntarle cómo se encontraba mientras estaba hospitalizado). Hasta que pude echar el freno y cambiar la relación. Eso me hizo ver que necesitaba más formación, así que me aventuré a realizar otro master donde me ayudaron a implicarme lo justo, es decir, a ser empática pero no en exceso y a la vez ser natural y yo misma (antes aparentaba ser muy profesional). Por tanto, llegar al punto medio es complicado y requiere experiencia.

¿Qué puedes hacer para tener una implicación justa con los casos?

Tanto implicarse en exceso como en defecto es poco terapéutico y perjudicial tanto para el paciente como para ti como profesional, así que voy a darte algunas pautas para lograr ese equilibrio:

  1. Márcate unas horas concretas de revisión de casos: Al principio es normal hacer que tu tiempo libre se llene con revisiones de casos. Piensas en lo que ha sucedido en las sesiones, lo hablas con colegas de profesión para pedir otra opinión, revisas lo que has trabajado en la terapia y buscas estrategias para aplicar en concreto con esa persona. Y todo eso está bien, pero es importante regularlo y que no acapare demasiado tiempo. Recuerda que tienes que desconectar del trabajo como cualquier otra persona.
  2. Trabaja tu empatía: Para ser un buen profesional de la psicología, la empatía es imprescindible. Es necesario ponerse en la piel de la persona y pensar como piensa él/ella para acceder a lo que han podido suponer las situaciones que esa persona ha vivido.Pero una vez sales de la sesión, hay que hacer un reset. No puedes entrar en otra sesión pensando en el paciente anterior. Una cosa que va bien al principio es dejarte un tiempo entre visita y visita para pensar en otra cosa, mirar el móvil y luego pensar en lo que vas a trabajar con la siguiente persona.
  3. Si tienes amigos psicólogos, intenta hablar lo mínimo posible de los casos: Una cosa es que tengas una duda y la quieras consultar, y otra muy diferente es quedar con amigos y seguir "trabajando". Del mismo modo que los médicos cuando cuelgan la bata antes de irse a casa dejan su profesión en el box, hay que hacer lo mismo cuando acabas tu jornada. Y aunque no quedes con amigos psicólogos, si quedas con amigos, intenta ser tú mismo/a, deja de ser psicólogo/a por un rato.
  4. Sé lo más natural posible con tus pacientes pero recuerda que no son tus amigos: El deje de la profesión te lleva a una cierta implicación emocional, pero trata de pensar con objetividad, que es como puedes ayudar mejor a esa persona. Si actúas como un amigo más, no estarás cumpliendo tu función y el trabajo realizado no será bueno. Tendrás una excelente relación terapéutica pero eso no ayudará a la persona, te costará decirle cosas que le puedan doler o molestar y no te darás cuenta de posibles alertas que estén ahí. Así que intenta regirte por el código deontológico y no te saltes los aspectos éticos fundamentales.
  5. Supervisa tus casos más difíciles: No somos seres todopoderosos. Necesitamos a veces la ayuda externa. Que no te dé miedo hacerlo, especialmente si crees que estás implicándote demasiado o si alguien te genera rechazo. La opinión de otro profesional te ayudará a seguir haciendo una buena labor.

Encarni Muñoz Silva

Psicóloga sanitaria, colegiada nº16918

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Escrito por

Encarni Muñoz

Encarni Muñoz es psicóloga sanitaria, especializada en adultos y con más de 10 años de experiencia. Realiza terapias individuales y de pareja a partir de una corriente integradora. Su objetivo es dotar a la persona de recursos y ayudar a descubrir los que posee para mejorar su calidad de vida en el mínimo número de sesiones posible.

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