La psicología Humanista - Cómo debe ser un psicólogo

Actualmente ya no se concibe la psicoterapia como tantas veces hemos visto en las películas donde el cliente se tumbaba en un diván, vomitaba sus problemas al psicólogo, el cual respondía...

17 FEB 2015 · Lectura: min.
La psicología Humanista - Cómo debe ser un psicólogo

Actualmente ya no se concibe la psicoterapia como tantas veces hemos visto en las películas donde el cliente se tumbaba en un diván, vomitaba sus problemas al psicólogo, el cual respondía desde la lejanía con preguntas, o el cual enseñaba láminas con manchas negras y dependiendo de las respuestas evaluaba y dictaba un diagnóstico sobre tu personalidad. Afortunadamente la imagen del psicólogo va cambiando, y ahora se perfila como una persona humana, presente, interesada por tus vivencias, con una comunicación clara, directa y cercana, que te acompaña en tu proceso de crecimiento y que cree en tus potencialidades. Porque esa es la idea esencial "la persona es un ser único con un potencial ilimitado de recursos para ser feliz; con capacidad de elección y de creatividad"

El psicoterapeuta humanista parte de la base de establecer una relación terapéutica segura, cercana y sólida, donde el cliente pueda mostrarse tal como es en una ambiente de seguridad para poder abordar sus miedos y conflictos profundos, con el fin de que alcance la autonomía personal. Y todo ello se trabaja desde el aquí y el ahora.

Especialmente importante es el tema de las necesidades relaciones dentro del contexto terapéutico, y la sintonía, o sensibilidad del terapeuta para darse cuenta de esas necesidades en el cliente y poder ayudarle a cerrarlas para poder establecer una relación íntima y verdadera. Es importante considerar que la relación terapéutica es una continuación o un reflejo de las relaciones personales en la vida; la persona va a terapia con unas experiencias que le han marcado de manera particular, dentro de ese bagaje están sus necesidades relacionales, unas estarán cubiertas y otras interrumpidas o desatendidas, y son estas últimas las que dentro y fuera de la terapia el cliente intentará satisfacer. Si el terapeuta no es consciente de esto, ni sensible a las muestras del cliente no hará otra cosa que intensificar esa necesidad y reforzar la creencia de guión de "ni siquiera aquí soy querido/valorado/protegido/aceptado".

El reconocer y validar esas necesidades como reales y naturales ayuda al cliente a adquirir una sensación de seguridad, de control, de valía que podrá luego generalizar a otras circunstancias y que le hará enfrentar la vida con otra actitud.

El patologizar esas necesidades, como venía siendo común en la psicología tradicional (en el psicoanálisis por ejemplo), controlando y limitando la transferencia y la contratransferencia es en primer lugar negar una realidad inherente a la persona, y en segundo lugar aumenta el sentimiento pobre de autoestima del cliente haciéndole sentir que lo que siente no está bien, por tanto sus necesidades no son normales.

Durante muchos años el papel del terapeuta era desde una situación de superioridad, como poseedor del conocimiento, manteniendo una distancia con el cliente, no solo física y espacial, sino también emocional. De esta manera la relación terapéutica se vuelve artificial, porque carece de los componentes de una relación de afecto, una relación verdadera entre dos personas, y la confianza es esencial para que el cliente pueda mostrarse tal como es, ante el terapeuta y sobre todo ante sí mismo.

La sintonía con el cliente implica no solo la empatía hacia sus necesidades sino también una respuesta recíproca y coherente por parte del terapeuta.

Las necesidades relacionales de las que hablamos podrían concretarse en ocho: 1. Necesidad de seguridad, de que mi vulnerabilidad va a ser respetada y preservada. 2. Necesidad de sentirte validado e importante, mis necesidades son aceptadas como naturales. 3. Necesidad de aceptación por otra persona que me sea fidedigna y segura. 4. Necesidad de confirmación de mi experiencia personal por parte de una persona que entiende y comparte lo que estoy sintiendo. 5. Necesidad de comunicar mi identidad autoelegida sin sentir humillación o rechazo. 6. Necesidad de impactar en la otra persona. 7. Necesidad de que el otro tome la iniciativa en la relación haciéndome sentir importante en ella e implicado. 8. Necesidad de expresar amor y que el otro lo acepte con agrado.

Como actitudes necesarias por parte del terapeuta podríamos destacar la presencia plena y el contacto con las vivencias del cliente, la reciprocidad afectiva, la sensibilidad a las necesidades expresadas, ofrecer una protección y guía para que el cliente pueda ser el mismo, aceptación incondicional, apoyo a la expresión de la propia identidad, reconocimiento de la importancia y el valor de la otra persona en la relación.

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Escrito por

Victoria Cadarso Team

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