La violencia en parejas del mismo sexo
¿Cuánto se presenta la violencia en parejas del mismo sexo?¿Y cuáles son las características específicas de este fenómeno?
El 15 de Abril del 2009 en una pequeña ciudad en Almeria un hombre mata a su marido y luego se suicida. La prensa define este episodio como el primer caso de violencia doméstica en una pareja homosexual, y la opinión pública de repente se pregunta: ¿cómo es posible? ¿También dos hombres pueden llegar a tener este problema?
El concepto de violencia de género nos ha acostumbrado a imaginar el episodio de violencia cómo el resultado de un desequilibrio (físico, social, cultural, economico) entre un hombre y una mujer. Este concepto ha representado y representa un gran recurso político, psicológico y social, pero al mismo tiempo se convierte en límite en la medida en que la gente se olvida de que existen otras formas de violencia en la pareja.
El New York Anti Violence Institute estima que entre el 25% y el 35% de las parejas heterosexuales ha tenido alguna vez episodios de violencia. Los datos no cambian mucho en lo relacionado con las parejas de mujeres: entre el 25% y el 40%. Sin duda, el resultado más llamativo tiene que ver con los episodios de violencia en las parejas de hombres: de un 13% a un 20%. El mismo Instituto estima que este último dato puede ser drámaticamente incorrecto. La violencia, según los expertos, sería un problema que se presenta en cualquier tipo de pareja, independientemente del sexo de las personas y de la orientación sexual. Sin embargo, los hombres tendrían más problemas a la hora de denunciar los episodios y pedir ayuda por miedo al juicio de los demás. ¿Con qué coraje un hombre podría denunciar a su novio por maltrato? ¿Y cual sería la actitud de la policía, o incluso de sus familiares?
Una de las primeras investigadoras del fenómeno de la violencia de pareja es Leonore Walker, que en los años '70 crea el concepto de ciclo. Para ella, la característica más evidente de la violencia en una relación no es tanto el episodio en sí, ya que los episodios acababan presentandose siempre más frecuentemente y repetiendose según un patrón muy específico. En una primera fase llamada construcción de tensión las dos personas alimentan directa o indirectamente un clima de inestabilidad psicológica y emocional. En una segunda fase tiene lugar el episodio de violencia. En una tercera fase, llamada reconciliación, el agresor pide disculpas y la víctima le perdona sin ser consciente que con el tiempo las promesas de cambiar serán siempre más desatendidas.
¿Qué tipos de violencia existen?
La violencia naturalmente no se manifiesta sólo fisicamente, sino también verbalmente, economicamente y psicológicamente. La víctima acaba siendo objeto de control, de humillación y de aislamiento. Sus miedos son utilizados instrumentalmente para alimentar la tensión. La verguenza – tanto de la víctima como del agresor- es la variable que más alimenta el ciclo y refuerza el desequilibrio convertiendolo en un patrón de relación.
¿Por qué un hombre homosexual podría tener verguenza a la hora de denunciar episodios de maltrato físico o psicológico? Las respuestas son muchas. Podría tener miedo de ser juzgado, ya que no cumple con lo que socialmente se considera el estereotipo del varón (si te pega, ¡pégale tu también!) Podría tener miedo a salir del armario, ya que no es evidente que una persona que tenga una relación homosexual haya hablado sobre sí misma a terceras personas. Incluso podría tener miedo de que su pareja se lo vaya a contar a amigos, o familiares. Podría tener miedo a hablar de la ansiedad que le provoca esa atmosfera de tensión constante (¡Qué exagerado eres!). O podría sentir por su experiencia que no hay nadie que pueda entenderle de verdad, especialmente si por su orientación sexual su entorno social lo rechazó.
La violencia de pareja tiene efectos psicológicos graves a corto y largo plazo. Si a corto plazo pueden presentarse ataques de ansiedad, pánico, trastornos psicosomáticos, a largo plazo como sabemos estos efectos pueden convertirse en crónicos o incluso dar lugar a un sindrome de estrés post-traumático. Léase: vivir en un estado de alerta, y seguir sintiendo el peligro, día tras día. En cualquier caso la peor consecuencia de un maltrato prolongado en el tiempo es la indefensión aprendida. La persona victima del patrón violento se convence de no tener ninguna posibilidad de resolver la situación y esta misma creencia impide de hecho cualquier intento de cambio. La imposibilidad de imaginar otra vida posible se convierte en una profecia que se autocumple.
La violencia en parejas del mismo sexo es una realidad objetiva. ¿Cabe la posibilidad de que el caso de Adra no fuera el primero de violencia domestica en un matrimonio de dos hombres? Absolutamente. ¿Cabe la posibilidad que hoy en día muchas parejas del mismo sexo sufran este problema y sean al mismo tiempo incapaces de reconocerlo? Es cierto. Muy probablemente muchos otros episodios de maltrato se silenciaron, dramaticamente olvidados. Personas aisladas que por sentirse diferentes acabaron perdiendo su voz, anulándose.
Las informaciones publicadas por MundoPsicologos no sustituyen en ningún caso la relación entre el paciente y su psicólogo. MundoPsicologos no hace la apología de ningún tratamiento específico, producto comercial o servicio.
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