Madres, hijas y abuelas. Las relaciones intergeneracionales.

"Quien más te quiere te hará llorar." Este dicho popular, no siendo un deseo, es en muchas ocasiones una realidad que vivimos dentro de nuestras relaciones familiares. En muchos casos, el mayor daño emocional y psicológico que puede recibir una persona es precisamente en el seno de su familia, sobre todo, si se trata de la relación entre madre e hija.

16 ABR 2013 · Lectura: min.
Las relaciones entre madres e hijas son más fuertes que cualquier otra relación familiar y es necesario cuidarlas para no heredar frustraciones maternales.

"Quien más te quiere te hará llorar." Este dicho popular, no siendo un deseo, es en muchas ocasiones una realidad que vivimos dentro de nuestras relaciones familiares. En muchos casos, el mayor daño emocional y psicológico que puede recibir una persona es precisamente en el seno de su familia, sobre todo, si se trata de la relación entre madre e hija.

Se supone que quien más nos quiere: una madre, una abuela o una hija o nieta, debería ser la persona que mejor nos trate, sin embargo, la realidad es otra.

En las relaciones intergeneracionales de una misma familia, nos encontramos con varios detonantes que explican estas relaciones dolorosas.

Para empezar, desde el nacimiento, la relación de madre e hija se ve marcada por el momento personal que pasa la madre y por la entrega de la misma a la maternidad. A su vez, el vínculo que se genera entre ambas, empieza a forjarse desde el principio.

De una madre a su hija, la proyección de miedos, frustraciones y expectativas es mayor que con un hijo, de ahí que es muy importante el proceso personal y de crecimiento que vive la madre.

Por otro lado, es habitual que a pesar de recibir los valores maternales y de la familia, al crecer, la hija no los siga, desmarcándose totalmente de lo que espera la madre. En este momento empiezan los conflictos entre lo que la madre espera de la hija y, a su vez, lo que ésta esperaría y necesitaría de su madre.

Empieza la relación, basándose en la incomprensión y en la proyección de roles, haciéndonos una idea y expectativa de lo que “debería ser” y nunca se cumple. Pudiendo llegar a darse incluso una inversión de roles, haciendo la hija de “la madre que esperaba con su propia madre”.

A su vez, la relación se hace más compleja, si tenemos en cuenta, que aún siendo la hija una mujer adulta con carácter, personalidad y valores en la vida diferentes a los de su madre, ésta ha recibido y aprendido de todos los esquemas, creencias profundas, patrones, miedos y frustraciones de su progenitora, y desde parámetros, con frecuencia inconscientes, actúa, piensa, siente y se comporta de forma muy parecida a su madre, haciendo mucho más dolorosa, distante e incomprensible la relación. Las propias necesidades no cubiertas se buscan cubrirlas con la otra persona.

Además, la hija, mujer adulta, va a vivir su propio proceso de maduración, y sus etapas y ciclos, propios de la mujer, con un referente de sufrimiento y malestar, por lo vivido en la relación maternal, y en ocasiones, esto desemboca en crisis personales y reproches, debido a la ausencia de modelo femenino satisfactorio por el que guiarse y que le sirva de apoyo emocional.

Cabe la posibilidad de restablecer la relación, basándola en la comunicación emocional y afectiva, el autoconocimiento y la comprensión empática de la mujer adulta que tenemos delante, y que sin duda, ha marcado nuestra vida y me ha hecho aprender de mí misma, al conocerla un poco más a ella.

Por otro lado, la relación con la abuela, suele tener parámetros diferentes, en función de la relación que vivamos con ella.  Con frecuencia la abuela cubre el papel de “madre afectiva”, que a veces no existe desde la madre biológica. Y suelen ser relaciones satisfactorias, ya que cubren un vacío, cuando éste existe ocasionado por la figura materna.

Podríamos decir que las relaciones insatisfactorias de madre e hija, pueden contrarrestarse con las relaciones más satisfactorias de nietas y abuelas, ya que entre éstas se salvan las distancias de esquemas, creencias y expectativas maternas, basándose la relación en afectos y emociones positivas.

Foto: José Antonio López Villalba

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Escrito por

Dolores Rizo Vidal

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