​Te miro y no recuerdo quién eres, pero sé que nunca dejaré de amarte

¿Cómo afronta una paciente un diagnóstico de demencia? ¿Qué siente, como afrontan él y su familia una noticia así?

24 DIC 2014 · Lectura: min.
​Te miro y no recuerdo quién eres, pero sé que nunca dejaré de amarte

Con el paso de los años, las vivencias y la edad han ido deteriorando mi persona. Poco a poco he ido perdiendo visión, mis piernas ya no tienen la misma fuerza y mi cabeza ya no es la misma. El otro día recibí los resultados de las pruebas que me hicieron en el centro médico donde me he visitado toda la vida y la noticia que me dieron no hizo más que corroborar lo que más temor me hacía... mi cabeza, mi memoria poco a poco irían desapareciendo por la devastadora enfermedad que todos los mayores tememos.

En aquellos momentos, me invadieron mil dudas y miedos, ¿qué haré de ahora en adelante, cómo afrontaré los cambios, qué será de mi marido y de mis hijos? ¿Por qué no hice caso y empecé el tratamiento preventivo que me ofrecieron? Quizás la enfermedad hubiera retrasado su aparición, quizás no... pero ahora estaría mejor preparada para ello, estoy segura.

Inmersa en mis pensamientos, en cómo afrontar mi futuro cercano, sólo fluyen entre mis pensamientos palabras de incertidumbre y amor, una necesidad muy grande de expresar a mis hijos, motores de mi vida, lo que quizá en un futuro próximo, no seré capaz de expresar ...

Hijos míos, escuchad lo que vuestra madre hoy os quiere decir: llegará un día en que la enfermedad se haga con todo mi ser y ya no pareceré la misma. Por favor, sean pacientes conmigo y comprended que todo lo que pueda hacer o decir, no es obra de su madre sino de la cruel enfermedad que la está invadiendo.

El día que no pueda vestirme y me tengáis que dar la comida, recuerdad los años que dediqué a enseñaros, con todo mi amor, a ser personitas independientes.

Cuando ya no sepa ir al baño y me haga mis necesidades encima, no os enfadáis ni me humilléis, yo nunca lo hice con vosotros y os limpié y ayudé siempre que lo pudistéis necesitar.

Hijos míos, si hay noches en que no hago más que gritar, con miedo porque me encuentro desprotegida y desorientada, tened paciencia conmigo, yo os velé muchas noches para que descansarais tranquilos y amados.

Si en algún momento me enfado, me altero sin razón, tened paciencia y comprensión, pensad que en ese momento quizás no sé dónde estoy ni porqué y tengo miedo porque no entiendo qué me está pasando.

Cuando lleguen celebraciones familiares, como las fiestas de Navidad, los cumpleaños... no se olviden de mí, no soy un mueble sin sentimientos, yo siempre hice las fiestas con vosotros como los mayores protagonistas, yo seré feliz si en algún momento os acordáis de mí y me ayudáis a participar de la fiesta.

Cuando llegue el día más temido para mí, el día en que os vea llegar y no os reconozca, sabed que en el fondo de mi corazón y de mi cabeza, sabré que habéis sido y seréis para siempre, el motivo de felicidad y vida que me ha mantenido esperanzada y con fuerza hasta mi último aliento.

Hijos míos, ahora que ya sabéis lo que nos deparan los próximos años, os pido ayuda una vez más ayuda para no tener miedo, ayuda a sentir vuestro amor. Yo os prometo que haré lo posible para asistir a los talleres de estimulación cognitiva, para preservar el mayor tiempo posible mis capacidades y poder seguir disfrutando al máximo de vuestro gran amor.

Hijos míos, no lo olvide nunca, el amor que vuestra madre tiene por vosotros.

Os quiero

Lda. Montserrat Pinillos Blanco

Especialista en estimulación cognitiva

PUBLICIDAD

psicólogos
Escrito por

Montserrat Pinillos Blanco

Nuestro comité de expertos, formado por psicólogos colegiados, se compromete a proporcionar información y recursos precisos y confiables. Toda la información se respalda con evidencia científica y se contrasta para garantizar la calidad de sus contenidos.
Consulta a nuestros mejores especialistas en
Deja tu comentario

PUBLICIDAD

Comentarios 1
  • EMI

    Me ha recordado muchas cosas todo lo que he leído, ha dicho toda la verdad yo estuve cuidando a una queridísima tía durante su enfermedad y vi y sentí con ella todas esas sensaciones. Yo no era su hija pero hice todo lo que hubiese hecho una hija, ayudarla y darle todo el cariño que yo veía que necesitaba. Fue muy duro y al ingresarla en un centro, porque ya no podíamos aguantar la situación y que creíamos que ella estaría mejor atendida, cosa que no fue así. Nos dejó a los 21 días de ser ingresada, a mí personalmente no me gustó nada el cuidado y atención que tenían allí con ella y era un centro de lo mejor de la provincia de Cádiz. Que pena me ha dado recordar esos momentos, que Dios la tenga allí en el cielo con mi tío Pedro que murió dos meses después de ella. Eran muy buenas personas.

últimos artículos sobre terapia y psicología

PUBLICIDAD