Tengo problemas de memoria: ¿qué puedo hacer?

Algunos olvidos cotidianos, no relacionados con patologías neurodegenerativas, deben abordarse teniendo en cuenta el entorno en el que se producen.

11 DIC 2018 · Lectura: min.
Tengo problemas de memoria: ¿qué puedo hacer?

Algunas personas manifiestan preocupación por sus problemas de memoria, que pueden asociar errónea y precipitadamente a patologías neurodegenerativas como el Alzheimer. Después de realizar la evaluación pertinente, los psicólogos a menudo constatamos que se trata de olvidos cotidianos que se pueden abordar sin necesidad de recurrir a un especialista en este tipo de enfermedades. Puede que al consultante se le olvide algún producto de la compra; que ciertos rostros le resulten familiares pero no logre asociarlos a ningún nombre; que no acuda a citas que tenía programadas; que se despiste cuando quiere seguir el hilo de una conversación; que le cueste orientarse en lugares poco conocidos; que a veces tenga palabras en la punta de la lengua y no consiga pronunciarlas, etcétera.

Este tipo de olvidos deben evaluarse teniendo en cuenta el contexto biográfico y social en el que se producen, con el propósito de recomendar las estrategias más adecuadas en cada caso. Para evitar las falsas expectativas, de entrada, creo que hay que tener la honestidad de desmentir el mito de la «fórmula mágica» capaz de obrar milagros porque en el acto de recordar intervienen múltiples factores, algunos de los cuales no está a nuestro alcance modificar.

A pesar de los desengaños experimentados en el pasado, a los seres humanos nos sigue fascinando la idea de bañarnos en la fuente de la eterna juventud. Ese deseo atemporal es aprovechado en el mundo contemporáneo para vender todo tipo de productos que van desde alimentos «antiedad» que logran mantener el «cerebro sano» hasta aparatos de estimulación transcraneal, pasando por videojuegos pensados para adultos mayores, que mejoran las capacidades cognitivas, o libros de autoayuda dedicados a exponer ejercicios de «gimnasia mental» cuyos autores venden como rosquillas. Para evitar las frustraciones, creo que es importante aceptar que el paso del tiempo conlleva ganancias y también algunas pérdidas, que tendremos la capacidad de compensar, sí, pero con limitaciones.

Permitan que ponga un pequeño ejemplo que ilustra la complejidad a la que nos enfrentamos y que a menudo choca con las ansias de obtener remedios eficaces, rápidos y fáciles para los problemas de memoria, que pueden darse en cualquier etapa evolutiva.

Se ha demostrado científicamente queel sueño juega un papel importante en el proceso memorístico puesto que, entre otras muchas funciones, contribuye a reorganizar la información aprendida y a consolidar los recuerdos, priorizando los más relevantes. Si un estudiante pasa unas cuantas noches sin dormir, enseguida se percatará de los efectos que la ausencia de sueño tiene sobre su capacidad de aprendizaje. Seguramente experimentará más dificultades para mantener la atención y no tendrá el mismo éxito a la hora de retener los contenidos de las diferentes asignaturas, a pesar de que ahora se esfuerce igual que lo hacía cuando disfrutaba de un sueño reparador. Si queremos recomendar estrategias que favorezcan la memoria del alumno insomne deberemos ser capaces de responder a la pregunta: ¿por qué no consigue dormir?

Si la causa del insomnio es el jaleo nocturno de la calle en la que reside, su memoria probablemente mejorará si este cesa pero difícilmente lo hará en caso de que el ruido persista. Si no consigue pegar ojo por una ruptura sentimental reciente, el progreso se dará a medida que se sobreponga al desengaño amoroso. Si consume alguna droga hiperstimulante, deberá pensar en abandonarla en aras a recuperar el rendimiento académico habitual. Como se observa, las técnicas de estudio o reglas nemotécnicas (el tipo de consejos que a menudo se ofrecen), aunque son necesarias, no siempre son suficientes para avanzar.

Aparte del sueño, como apuntaba más arriba, hay múltiples situaciones que pueden estar implicadas en las pérdidas de memoria, como sufrir estrés sostenido, llevar un estilo de vida sedentario o padecer dolor crónico, entre muchas otras. Para responder a la pregunta formulada en el título del artículo hay que hacer antes una pausa necesaria y reflexionar acerca de las circunstancias en las que vive el consultante «desmemoriado». Sólo así se podrá plantear un tratamiento personalizado, contemplando al ser humano en su permanente relación con el entorno. Para lograrlo, es necesario contar con el apoyo de la comunidad y de profesionales que aborden el tema con toda la seriedad y el compromiso que merece.

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