La anomia emocional o incapacidad para verbalizar las emociones

De forma cada vez más frecuente, acuden a mi despacho pacientes a los que les preocupa tener una sensación de que no pueden sentir, y que se les dificulta enormemente poner en palabras lo que sienten, viéndose afectadas sus relaciones interpersonales más cercanas, ya que en apariencia son tildados de ser personas frías e insensibles.

Por lo general cuando se les pregunta cómo se encuentran, tienden a utilizar un lenguaje muy simple "bien, mal, fatal, ansioso, triste, enfadado" y durante la terapia cuando describen sus dolencias, lo hacen de forma concreta, describiendo en general los eventos y sin entrar en más detalles.

Esto produce en el interlocutor, una idea vaga de lo que más o menos sienten, pero, al ellos no poder poner en palabras sus afectos, puede llegar a generarse un espacio de incomprensión que más adelante crea un concepto interno de que son incapaces de ser comprendidos a cabalidad por los demás, aumentando aún más su aislamiento afectivo.

No es que estas personas no puedan sentir, sino que tienen dificultades en poder identificar adecuadamente éstas emociones a nivel interno. Coloco un ejemplo:

Un hombre llega a consulta por presentar explosiones de ira desproporcionadas al contexto o a los desencadenantes. Un día llega a su casa y no consigue la cena hecha, esto genera una explosión de ira similar a la de un niño, pero en un adulto, grita, tira las puertas, vocifera palabrotas y una vez que el evento explosivo se termina, se siente culpable y no recuerda bien las razones de su enfado o las cosas que ha dicho y hecho en éste episodio.

Desde fuera esto se puede ver como una forma de tiranía, machismo y agresividad, sin embargo, al analizar a profundidad el significado que para él tiene "la cena" encontramos mucho material emocional que no ha podido ser identificado y verbalizado en su momento de forma correcta.

La cena significaba para él, el momento en el que se sentía querido por su familia, como el gesto de gratificación por ser quién trabajase más de 12 horas diarias para poder darle a sus hijos y a su pareja todo lo que necesitaban. Al desglosar mucho mejor las emociones que se jugaban en éste episodio de ira, encontramos un dolor, un no sentirse querido ni valorado, que era algo que él no había sido capaz de identificar ni de verbalizar a su familia.

Varias situaciones en su vida cotidiana estaban generando éstas emociones, sin embargo él, al no ser capaz de identificarlas ni de explresarlas en el momento correcto, se acumulaban y detonaban en contextos aparentemente ilógicos.

Ésta forma de funcionamiento es más común de lo que nos imaginamos, viene dada por una falla en el aprendizaje emocional desde la infancia, en dónde los padres son los que enseñan a los niños a nombrar con las palabras adecuadas a las cosas que sienten "hoy te sientes avergonzado porque la maestra te ha hecho una pregunta en clase y no sabías la respuesta" "no quieres que miremos tus calificaciones porque te da miedo y vergüenza de lo que pueda pasar".

Este tipo de personas suele tener padres y madres que ellos señalan como distantes y fríos, poco cariñosos, y con los que no se sienten en confianza para entablar conversaciones profundas.

La psicoterapia centrada en las emociones, en la asertividad, la inteligencia emocional y la comunicación, en este tipo de casos trae muy buenos resultados, aumentando la capacidad de auto-observación, identificación y comunicación de las emociones y por consiguiente mejorando visiblemente las relaciones interpersonales de quienes presentan éste tipo de conflicto.

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