¿Cuándo cambiar de psicólogo/a? Cómo saber si te va bien con tu terapeuta

En este artículo reflexionamos acerca de ese momento en el que una persona tiene dudas acerca de si su proceso terapéutico está siendo suficientemente satisfactorio, así como los motivos y posibles salidas tras esta valoración.

5 FEB 2024 · Lectura: min.
¿Cuándo cambiar de psicólogo/a? Cómo saber si te va bien con tu terapeuta

Muchas personas se plantean pedir cita con un/a psicólogo/a con muchas dudas tales como: ¿será lo que necesito?, ¿me podrá ayudar?, ¿cómo encontrar a un profesional adecuado para mí?, etc. Una vez pasado este primer momento de dudas e incertidumbre, conseguimos dar con la persona que nos parece que nos puede ayudar y comenzamos las sesiones. Pasado un tiempo, es posible que surjan nuevas dudas, de hecho, es muy sano que aparezcan: ¿me está sirviendo la terapia?, ¿estoy avanzando?, ¿es posible que tras los primeros avances el proceso se haya estancado?, etc. En definitiva, de lo que se trata es de hacer una valoración de la pertinencia de continuar haciendo psicoterapia y, en su caso, si continuar haciéndolo con la misma persona.

¿Cómo saber si debo continuar con mi psicólogo/a?

Como decía, esta necesidad de evaluación de la situación, siempre que no sea una constante, es sana y conveniente, y, al mismo tiempo, no interesa enredarse mucho en ella. La buena noticia es que la última palabra la tiene la persona que acude a terapia, lo cual no impide que el/la psicólogo/a la acompañe también en la aclaración de estas cuestiones.

En primer lugar, conviene aclarar la cuestión de si queremos continuar asistiendo a sesiones de psicoterapia. Esto dependerá, fundamentalmente, del cambio que hayamos experimentado desde que solicitamos la primera cita. En este sentido nos podemos hacer las siguientes preguntas: ¿qué ha cambiado en mí desde que inicié la terapia?, ¿sigo necesitando ayuda profesional para afrontar las dificultades que me llevaron a pedir la primera cita?, ¿los cambios se produjeron únicamente durante las primeras sesiones o se suceden con cierta regularidad?, ¿han surgido a lo largo del proceso otros asuntos que me motivan a continuar con el proceso psicoterapéutico?, ¿con qué disposición de ánimo acudo a las sesiones?, ¿qué puede motivar esta disposición?, etc.

Es interesante que estas preguntas, además de servir para la reflexión personal, se planteen abiertamente en la sesión, lo cual favorecerá la comunicación y el vínculo con el/la profesional, y, en su caso, puede favorecer cambios convenientes en el proceso terapéutico. Si no es así, puede ser un dato importante que nos dé la pista de que algo no va bien.

Una vez respondidas estas cuestiones, puede ser que veamos claro que el proceso está siendo razonablemente satisfactorio en cuanto a sus resultados y concluyamos que lo más conveniente es mantener la dinámica actual, emplazando una futura evaluación de la situación para más adelante. Y también es posible que las respuestas a estas preguntas nos inclinen a pensar que necesitamos un cambio, pudiéndose dar las siguientes situaciones:

  1. Llegamos a la conclusión de que ya hemos conseguido el cambio terapéutico que necesitábamos o, al menos, un nivel aceptable de dicho cambio. A partir de este momento, podemos valorar si queremos continuar en un proceso de crecimiento personal con acompañamiento profesional o si, por el contrario, lo mejor para nosotros es poner fin (al menos por el momento) al proceso terapéutico.
  2. Descubrimos que no estamos percibiendo un cambio lo suficientemente satisfactorio, ya sea desde el principio del proceso o desde un momento determinado (tras unas primeras sesiones en las que sí lo hubo, por ejemplo). En este caso, es recomendable compartir la experiencia con el/la psicólogo/a, de tal manera que podamos contrastar nuestras percepciones con las suyas. En definitiva, se trata ahora de valorar qué decisión vamos a tomar al respecto. Quizá cambiar algo en el proceso terapéutico, quizá cambiar de profesional, quizá suspender el proceso hasta que podamos ver con mayor claridad qué es lo que necesitamos y qué está dificultando o impidiendo el cambio deseado.

Sea como sea, lo más importante a lo largo de todo el proceso terapéutico (y la finalización de este no es más que una parte del mismo), es que la persona que acude a la consulta sea la protagonista del proceso. Esto implica que es su decisión iniciar y finalizar la terapia, así como modificar la frecuencia de los encuentros (siempre que dicha frecuencia sea coherente también con el encuadre del/de la terapeuta). Así mismo, implica que la persona es la responsable de su propio proceso de cambio y, por tanto, quien ha de tomar las decisiones acerca del mismo. Una de estas decisiones, por supuesto, puede ser la de cambiar de profesional si no se encuentra satisfecha con el acompañamiento que le proporciona su terapeuta actual.

Si el/la psicólogo/a es honesto/a, facilitará a la persona que tome las mejores decisiones para su vida, sin dirigirla hacia ningún objetivo, proceso o planteamiento propios y, al mismo tiempo, comprometiéndose con la persona para acompañarle a clarificar cuales son sus necesidades y cual es la mejor manera de satisfacerlas, con independencia de los intereses, valores o puntos de vista del profesional.

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Escrito por

Miguel Ruiz Cobo

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Bibliografía

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