El caparazón

Inauguro este espacio con un cuento de Mamerto Menapace del libro Madera Verde. Una metáfora de como entiendo la Terapia Gestalt y por qué decidí dedicarme a ella.

16 DIC 2013 · Última modificación: 2 NOV 2015 · Lectura: min.
El caparazón

Es un cuento corto pero potente. Y es como una síntesis de como entiendo la Terapia Gestalt y por qué decidí dedicarme a ella.

Una herramienta para hacerse fuerte por dentro y a la vez vulnerable para sentir el dolor y el placer sin distinción y sin reprimir ni uno ni otro. Parece ser que cuando nacemos nos vemos obligados a generar estrategias para sobrevivir en el entorno que nos tocó nacer (o el que hayas elegido, no lo sé).

Esa estrategia que puede ser: portarte bien para nunca ser reñido o por el contrario hacer travesuras para llamar la atención o enfermarte o apropiarte de todo sin miramientos o dejar de sentir lo que necesitas para no molestar o ser siempre el más divertido. Esa estrategia como te decía al principio, puede ser útil mientras crecemos pero después, sino aprendemos a hacerla flexible puede transformarse en una cárcel que nos impida vivir la vida en su totalidad. Porque la verdad es que somos mucho más que lo que llamamos nuestra “Personalidad", el ego, el carácter o como en el cuento de Mamerto: “El Caparazón".

No es fácil esto de quitarse el caparazón, que va. En principio nadie nos obliga y además el autoconocimiento es una travesía temeraria que no todos estamos dispuestos a recorrer. Pero lo que se desconoce no se puede mejorar. Y el premio es ese.

Ahora que ya te di mis impresiones te dejo el cuento espero que te guste como a mí. Un abrazo.

Hay dos maneras de defender la vida: desde afuera o desde adentro. Los seres que deciden quedarse quietos porque la comida llega hasta ellos, prefieren defenderse desde afuera y así se arman de un caparazón. A veces las circunstancias obligan a estos bichos a ponerse en movimiento y entonces su traslado se convierte en un penoso arrastrón llevando a cuesta la cruz del caparazón que los defiende.

Es la historia de los caracoles y de tantos otros bichos sin esqueleto, que han dedicado toda su capacidad de sólido poniéndose a elaborar una costra para defenderse. En cambio los animales a quienes ha seducido el movimiento, prefieren correr el riesgo de vivir sin defensas y dedicaron toda su capacidad de sólido a la construcción de un esqueleto. Algo que les diera firmeza por dentro y a la vez les permitiera exponer su piel al roce, al dolor a la intemperie.Es curioso pero los bichos con caparazón parecieran ser más resistentes. Por todas partes uno se encuentra con antiguos caparazones que tienen a veces millones de años. Y están intactos. Lo único que les falta es la vida. La vida ha desaparecido quizá asesinada por la opresión del caparazón calcáreo. Pero el envase se conserva perfectamente. No podemos negar que como realidad defensiva, el caparazón ha logrado superar el tiempo y resistir todos los ataques exteriores.Lo único que no logró fue defender la vida.

Veronica Laudani

Terapeuta Gestalt - Terapia Individual y Dinámicas de Grupo.

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