¿El placer de cuidar y ser cuidado?

El artículo explora la situación de cuidado y de ser cuidados, una experiencia de aprendizaje mutuo, muchas veces difícil y llena de obstáculos. ¿Que dice la Psicología Relacional de esto?

26 NOV 2017 · Lectura: min.
¿El placer de cuidar y ser cuidado?

El cuidado es una situación que pone en escena a una persona en posición de dependencia, frente a otra que considera que tiene los recursos suficientes para complementar o suplir al otro en sus necesidades y demandas.

Esto que parece tan evidente como sencillo encierra una gran complejidad en cuanto lo llevamos a lo concreto:

  • -¿De qué manera la persona que cuidamos expresa su dependencia? ¿aceptación, rechazo, indiferencia?
  • -¿Consideramos que tenemos los recursos suficientes para cuidar?
  • -¿Actuamos en base a la demanda del otro o nos anticipamos a la necesidad?
  • -¿Qué sucede cuando la necesidad que observamos es diferente a las demandas de la persona que cuidamos?
  • -¿Somos cuidadores abandónicos, asistencialistas (pesados), ambos, ninguno?
  • -¿Podemos ser mejores cuidadores?

Estas y otras preguntas son las que nos surgen frente a esta tarea tan compleja que nos recuerda que el verbo "cuidar" viene del latín cogitare, que significa pensar.

La tarea de cuidar requiere que reflexionemos sobre ella, sobre como desempeñamos este rol. Si pensamos que todo vínculo está compuesto de un rol y su contrarol (que se co-producen recíprocamente), para cuidar es necesario alguien que sea cuidado y viceversa. Incluso cuidado mutuo requiere un tempo que permita a cada uno ocupar cada rol por turnos, como en cualquier danza, uno guía, el otro acompaña.

Lo cierto es que el cuidado requiere un complejo ajuste, un verdadero encaje entre quien cuida y quien es cuidado. La génesis del cuidado nos lleva directamente a vivencias primarias, en el que fuimos cuidados, y en cierta forma nuestra capacidad de cuidar y ser cuidados deriva en parte de estas primeras experiencias.

Donald Winnicott, médico psicoanalista y estudioso de la relación madre-hijo, decía el bebé no existe. Siempre nos encontramos un bebé junto con su madre, por lo que no puede pensarse al bebé por separado, ella es su contexto, su soporte vital y emocional, su sostén. Los cuidados de la madre tienen en este momento la función de permitir al bebé tener la ilusión de que es él el que crea los cuidados, en este momento de su existencia, él y su madre conforman un todo indiferenciado.

Si esta fusión se produce de forma eficiente, el bebé construirá una apego seguro, que es la expectativa certera de que la madre (o alguien que ocupe su función) aparecerá en el momento que él lo necesite.

Pero hay un segundo momento en esta relación, conocida habitualmente con el nombre de "destete" (teniendo en claro que el destete continúa por mucho tiempo después de que el niño deja de ser un lactante), ésta fase se caracteriza por un proceso inverso, se trata de desilusionar al niño, de manera que empiece a figurarse que madre y niño son dos entidades diferenciadas. Se dice que es aquí donde entra en juego la función del padre para apoyar a la madre y al bebé en este proceso.

Estos momentos de ilusión y desilusión se yuxtaponen gradualmente creando un espacio de transición, también denominado espacio transicional. El espacio transicional es aquel en donde no hay una clara diferenciación yo-no yo, o dicho de forma más sencilla, entre realidad y fantasía.

Es en la medida que los padres constituyan un ambiente seguro para la exploración y desarrollo del niño, que este espacio se irá ampliando dando lugar a la existencia de objetos transicionales, que son aquellos objetos elegidos por el bebé y con el que éste se siente seguro para contener la ansiedad que produce la separación. Estos objetos constituidos de realidad y fantasía constituyen verdaderos compañeros de viaje, que más adelante cederán su espacio al juego y la creatividad. Resumiento, el juego se constituye en este espacio transicional, en donde una puede ser astronauta, cowboy, solado o zombie, y donde los mostruos, los caballos y los enemigos son reales y a la vez no lo son. A nadie se le ocurriría decirle a un niño "ese caballo es un palo", ya que en este momento legitimar la fantasía y la espontaneidad del niño es fundamental.

En el adulto estos espacios transicionales determinan su salud. Salud es ser capaz de jugar, de emocionarse con una película, de implicarse en una novela y sufrir o ser felices junto con los protagonistas. Si este espacio transicional se construye de manera saludable se mantiene durante toda la vida. Podemos decir que cuidar es ayudar a jugar, y la escena del cuidado se da en la yuxtaposición de dos zonas de juego, la del cuidador y la del cuidado, cuando éste ve mermada su capacidad de jugar es tarea del cuidador constituir un ambiente facilitador que ayude a restaurar esta capacidad.

Tanto en los cuidados físicos como psíquicos, la creación de un vínculo seguro, que permita la espontaneidad de ambos, y el mutuo aprendizaje, constituyen un fundamento sólido para la producción de salud.

Esto es muy visible en el hospital donde diferenciamos a las o los enfermeros por su trato, me recuerda en una ocasión que mi padre estuvo internado varios meses y lo visitaba confrecuencia. Él me decía allí están los buenos "que son mis amigos y estos son los malos que no me hablan, solo me mueven de aquí para allá".

Uno de los fenómenos más abordados por la investigación científica es el de la Alianza Terapéutica, esta se constituye por un acuerdo a nivel de la tarea y un encuentro emocional positivo y de confianza. Los científicos han demostrado que si se da esta condición, mejora las probabilidades de recuperación más allá de la técnica que se utilice, aminoran los síntomas, aumenta la eficacia de la medicación y disminuyen los ingresos hospitalarios y las recaídas.

¿Cómo conseguir una Alianza Terapéutica? Las claves son:

  • -Acordar en que consiste el cuidado de la forma más clara y sincera posible.
  • -Acordar cual es objetivo del cuidado y cuales sus límites.
  • -Crear un vínculo positivo y de confianza

Esto último implica:

  • -No anticiparse a la demandas de la persona que cuidamos para no volverlo un mero receptor pasivo de nuestros cuidados.
  • -Cuidarnos de no actuar en base a las ansiedades que la situación del otro nos provoca.
  • -Si es posible disponer de una ayuda o apoyo terapéutico que nos permita mantener la paciencia y respetar los tiempos del otro.
  • -Ser espontáneo y permitir la espontaneidad del otro, evitando juicios y valoraciones.
  • -Intentar que el cuidado no se convierta en un deber, y si esto es difícil, buscar la manera para que algo del orden del juego se instrumente en la relación con la persona que cuidamos.

Y finalmente:

  • -Conocer nuestra manera de cuidar y sus efectos en el otro.
  • -Participar en grupos de cuidadores donde podamos entrenar nuestra espontaneidad y compartir nuestras angustias.

En síntesis, no estar solo o sola, recurrir a la potencia de los grupos de apoyo mutuo o al menos disponer de un apoyo que no haga que por cuidar mejor nos sintamos peor. Todos, en alguna medida necesitamos ser cuidados. No perdamos la oportunidad de disfrutar y aprender de esta experiencia.

Contra la violencia, la libertad

Contra la alienación política, la creatividad

Contra el peso del estigma, el juego

Contra el aislamiento, el grupo

Contra el saber del poder, el poder del amor

Contra el abandono, la amistad.

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Escrito por

Alejandro Chevez

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