Los asuntos no resueltos interfieren en nuestro dia a dia

Aún siendo amorosos y teniendo las mejores intenciones del mundo podemos tener activas muchas defensas antiguas que nos vuelven intolerantes con las experiencias de nuestros hijos.

Estas situaciones hacen que nos volvamos ciegos emocionalmente impidiéndonos ver la emoción en nuestros hijos.

Nuestra ceguera para con las emociones hace que ellos se desconecten de esa emoción concreta, de las sensaciones que lleva implícita o quizá que se activen más y muestren una conducta oposicionista llevando a cabo actos poco convenientes o insanos.

Como padres reaccionamos con hostilidad a su comportamiento y con ello facilitamos la construcción del que será su sentido del yo, donde la habilidad para tolerar esas emociones brillará por su ausencia.

De modo que si tenemos asuntos no resueltos debemos tomarnos el tiempo necesario para reflexionar sobre nuestro tipo de respuesta emocional. Una vez alcancemos una comprensión profunda sobre nosotros mismos estaremos en disposición de ofrecer a nuestros hijos un espacio seguro donde sentir con libertad sus emociones sin miedo al juicio.

¿Podemos regular la frustración de nuestros hijos si no somos capaces de lidiar con la nuestra?

¿Podemos enseñar paciencia si nosotros mismos vivimos angustiados?

¿Toleramos y permitimos únicamente las emociones positivas obviando o rechazando las negativas?

Quizá tengamos que mirar dentro de nosotros mismos y buscar el origen de todos estos asuntos no resueltos para ayudar a construir un sentido del yo más sano en nuestros hijos.

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