El mundo emocional de tu bebé

La forma en la que nuestro bebé aprenda dependerá en gran medida de su sentimiento de seguridad, que va a venir condicionado por la calidad de las relaciones emocionales desde su nacimiento.

6 AGO 2015 · Última modificación: 26 OCT 2020 · Lectura: min.
El desarrollo emocional en un bebé

Cuando vuestro pequeño recién nacido llega al mundo aún desconoce que tiene un cuerpo y una mente con los que poder expresar y pensar. Igual que su cuerpo crece, también sus percepciones, pensamientos y emociones se irán desarrollando al recibir la estimulación de su entorno.

¿Cómo es el mundo emocional de un bebé?

Nada más nacer su mundo emocional se basa en sensaciones de placer y displacer. Durante sus primeros tres meses su comunicación emocional se va a basar en estas dos reacciones. Llora si siente algún tipo de malestar o incomodidad y se muestra calmado si se encuentra cómodo. El bebé centrará toda su energía en sentir sus necesidades básicas cubiertas (alimento, sueño, temperatura...). Es muy importante que los adultos procuremos que el bebé las sienta satisfechas y además le proporcionemos un ambiente cálido y afectivo en el que se sienta seguro. A partir de este sentimiento de seguridad se desarrollará su curiosidad por explorar y conocer el entorno que le rodea. Las investigaciones de autores como Spitz, Harlow, Bowlby han demostrado que un bebé que al que no se le procura un vínculo afectivo y cálido, no se sentirá seguro, no desarrollará su curiosidad, consecuentemente se replegará sobre sí mismo tendiendo a protegerse de su entorno.

Alrededor de los tres meses notaréis como vuestro pequeño empieza a interactuar más con vosotros, ya comienza a sonreír de una forma intencionada al ver vuestros rostros sonrientes, al escuchar vuestro cariñoso tono de voz. Lo que inicialmente hacía de forma refleja se va transformando en conductas cada vez más intencionales, es decir, gobernadas por su propia voluntad. El bebé comienza a darse cuenta de que puede producir efectos en su entorno. Aparece el proceso de entender la relación causa-efecto. De tal manera que empezará a usar su sonrisa y gorgojeos para indicar su bienestar y expresará su llanto para informar de que hay algo que no le agrada.

¿Por qué es importante la actitud de los adultos para el desarrollo de los bebés?

Es muy importante el feedback del adulto para motivar su curiosidad por comunicarse y seguir aprendiendo, es decir, estimulamos al bebé a seguir comunicándose cuando damos respuesta a sus expresiones, aunque no sepamos exactamente lo que nos quiere comunicar. Los padres solemos decir: "parece que quiere esto o lo otro; así, ante una manifestación de inquietud del niño enunciamos: "qué sueño tienes, verdad?...o qué hambre tienes, a qué sí?....". Estas preguntas o expresiones dirigidas al bebé que parecen insignificantes tienen una importancia crucial porque estamos atribuyendo una intencionalidad a sus manifestaciones o conductas. Tengan o no intencionalidad en ese momento, tras estas preguntas dejamos una pausa que incitan al bebé a responder en su jerga, puede que con más llanto, una sonrisa o gorjeo, dependiendo de su estado. Estamos esbozando el esquema del diálogo, donde uno escucha mientras el otro responde. Incitamos al bebé a sentirse incluido en ese diálogo, aunque no le entendamos, él puede percibir que le escuchamos, que haremos una pausa esperando su respuesta. Y el bebé siente que es una parte activa en la comunicación y que sus llantos, sonrisas o vocalizaciones tienen importancia porque son escuchados, que él mismo es importante en su entorno familiar, estamos construyendo los pilares rudimentarios de la autoestima de nuestro bebé. Esto motivará su interés por comunicarse, primero con su entorno más cercano, sus padres y las personas que le cuidan cotidianamente, posteriormente se abrirá al resto del mundo.

La forma en la que nuestro bebé aprenda va a depender en gran medida de su sentimiento de seguridad, que va a venir condicionado por la calidad de las relaciones emocionales que establezca en sus primeros años.

Entre los cuatro y los seis meses comienza a manifestarse una relación o vínculo especial con las personas que atienden cotidianamente sus necesidades, que en general son sus padres. Este vínculo afectivo se llama apego. El tipo de apego que establezcamos con nuestro bebé va a influir poderosamente en su forma de aprendizaje, en la manera de relacionarse con su entorno y en el desarrollo de las características de su personalidad. Es importante conocer nuestras propias características de personalidad, el temperamento del niño y su forma de reaccionar para facilitar que se establezca una base de apego seguro. Conocer el temperamento del niño ayuda a que respetemos su ritmo sin forzarle. Hay bebés que responden de forma rápida y espontánea al mínimo contacto, otros requieren más tiempo o incluso pueden rechazar la interacción si se sienten excesivamente estimulados.

Hacia los siete meses la intensidad del apego aumenta, mostrando preferencia por la compañía de las personas con las que ha establecido este vínculo, pudiendo el pequeño dar señales de inquietud o temor ante la separación de sus figuras de apego y reacciones de recelo ante personas extrañas.

¿Cómo se desarrolla un bebé emocionalmente?

El niño ya es un explorador incansable de su entorno. Sabe expresar una gama amplia de emociones: placer, afectividad, rabia, extrañeza, exigencia, tristeza, miedo, etc. Progresivamente la manifestación de emociones se irá haciendo más compleja y se acompañará de gestos más expresivos. Por ejemplo, mostrará su enfado tirando cosas, golpeando con la mano o alejándose de la persona que lo provoca. Expresará la afectividad con ternura, gestos cálidos, como la sonrisa, besos y abrazos.

Al final del año de vida el niño comenzará a incluir alguna palabra para ayudarse en la expresión de emociones. En torno a los dos años, se producirá la explosión del lenguaje oral que se convertirá en una herramienta que ayudará al niño en la expresión de emociones y sentimientos cada vez más complejos.

Reconocer y responder empáticamente a las necesidades del niño ayudará a potenciar su crecimiento emocional. Esto incluye tener disponibilidad afectiva, dedicarle un tiempo de calidad en el que el niño se sienta atendido, escuchado y aceptado. Atendido, al dedicar un tiempo en exclusiva para interactuar con él (no vale realizar varias tareas a la vez, por ejemplo, darle el biberón mientras se habla por teléfono).

Escuchado, al poner nuestros ojos en su mirada mientras trata de comunicarnos algo (no vale que tratemos de entenderle mientras él está buscándonos con su mirada y nosotros estamos mirando hacia otro lado). Aceptado, al respetar sus tiempos de comunicación y de expresión de emociones, (no vale meterle prisa o anticiparnos a sus respuestas, hablando por él o restarle importancia a lo que nos cuenta o incluso ridiculizar sus expresiones).

Sin embargo, no debemos confundir esta calidad de la atención con el establecimiento de límites, ambos aspectos se pueden y deben conjugar y no son contrapuestos. Tan erróneo puede ser no dedicar esta atención de calidad como convertir al niño en el centro exclusivo de atención, anticipándonos y respondiendo de manera inmediata a sus demandas. Será beneficioso para su desarrollo emocional que aprenda a aceptar los tiempos y necesidades de los demás y las pequeñas frustraciones que, adaptadas a su nivel de desarrollo, irán configurando otro aspecto importante de su repertorio emocional, la capacidad de resistencia a la frustración, que le ayudará, entre otras cosas, a ser persistente en la consecución de sus metas u objetivos.

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Escrito por

Ana María Marchal Extremera

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Bibliografía

  • Pollak, S (2019). New directions in the study of human emotional development. American Psychological Association. https://www.apa.org/pubs/highlights/spotlight/issue-149
  • Saarni, C (2011). Emotional Development in childhood. Child Encyclopedia. http://www.child-encyclopedia.com/emotions/according-experts/emotional-development-childhood

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