Niños tímidos...¿cuándo debemos intervenir?

Existen numerosos estudios que demuestran el origen genético de la timidez. De hecho, alrededor del 20% de los niños nacen ya con una predisposición genética para ser tímidos

16 OCT 2017 · Lectura: min.
Niños tímidos...¿cuándo debemos intervenir?

Existen numerosos estudios que demuestran el origen genético de la timidez. De hecho, alrededor del 20% de los niños nacen ya con una predisposición genética para ser tímidos. Desde que son bebés se muestran callados e inquietos ante situaciones poco familiares. Sin embargo, esta predisposición genética es superada por un ambiente adecuado y una intervención positiva de sus padres y/o entorno cercano, llegando la mitad de estos bebés a dejar de tener esta cualidad que en un futuro podría traerles consecuencias a la hora de relacionarse socialmente. Además, también hay un alto porcentaje de niños sin esta predisposición genética que, por motivo de experiencias sociales negativas o patrones familiares inadecuados, también desarrollan una personalidad tímida. Esto nos hace valorar la importancia del ambiente como más determinante que el componente genético.

Alejándonos del concepto negativo que se tiene hoy en día en nuestra competitiva sociedad de las personas tímidas, donde se les vaticina el aislamiento de la sociedad y un obstáculo a la hora de conseguir objetivos, la timidez posee ciertas virtudes que debemos destacar también a pesar de que su propia terminología signifique "temeroso": Las personas tímidas poseen mayor sensibilidad a la hora de comprender y cuidar los sentimientos ajenos; son más proclives a la fidelidad y a la lealtad; tienen mayor capacidad para la escucha activa y empática; son más profundas en sus reflexiones sobre el mundo huyendo de la superficialidad; son modestos, realizan su trabajo sin colgarse medallas pero con el mismo grado de exigencia que una persona no tímida; y como algo muy digno de mención, no son agresivos ni violentos.

Ahora bien, teniendo en cuenta todo esto, la respuesta a tu pregunta es "sí", sí se debe actuar porque existe ya un riesgo en el ámbito académico que puede que le lleve a fracasar en él, y no sólo porque estos niños, debido a su timidez, se involucran menos en las actividades de clase, sino porque al llamar menos la atención, también suelen pasar inadvertidos y reciben menos atención por parte del profesorado. En este caso, ellos también os han alertado de que esa timidez puede estar ocasionándole problemas a la hora de comunicarse, algo básico para cualquier aprendizaje.

Dicha intervención puede ser desde profesional, hasta familiar, social o personal, donde empezaremos trabajando con el niño técnicas de relajación para que la activación fisiológica sea menor a la hora de enfrentarse a nuevas situaciones. Pero nunca se le debe forzar ni obligar a realizar acciones que no desea, tales como besar o abrazar a familiares con los que no se siente aún cómodo. Que lo hagáis vosotros, le hará ver que son muestras de afecto naturales que uno da y recibe con seres queridos siempre y cuando uno lo desee. De este modo, el niño observará y aprenderá y si es el padre, también tímido, quien realiza un pequeño esfuerzo en superar su timidez, él lo asumirá más fácilmente. Existe también un patrón que se ha observado y que relaciona el estrés de moderado a intenso de los padres con mayor inseguridad en los niños, por lo que habría que valorar este aspecto también tanto en la casa paterna como en la materna. Evitaremos siempre la sobreprotección, no podemos dejar de ir a sitios o estar en situaciones donde el niño se sienta incómodo, ni le etiquetaremos ante los demás justificando su timidez. Finalmente, el reconocimiento con palabras y no con premios de los pequeños logros, hará que el niño se sienta cada vez más seguro de sus acciones.

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Escrito por

Nieves López-Brea Serrat

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