La ira y cómo gestionarla

​La ira consiste en la aparición de episodios en los que existe una gran dificultad para controlar un conjunto de sentimientos negativos que generan impulsos agresivos o destructivos.

20 SEP 2019 · Lectura: min.
La ira y cómo gestionarla

Durante los episodios la persona adulta o el niño/a, una vez ha pasado la tormenta es capaz de darse cuenta de que no era la manera más apropiada de gestionar la situación.

Algunas personas recomiendan exteriorizar la ira de alguna manera para evitar que esta devenga una enfermedad pero la realidad, es que la ira como más se expresa, más se genera y más se practica. Por lo tanto es conveniente entender las causas por las que aparece y aprender a modularla hasta conseguir un pensamiento más equilibrado, una emoción más sana y actuar de forma más acertada y productiva.

Sabemos que la Ira se encuentra ligada a la frustración que es un sentimiento innato en los seres humanos y que surge como una combustión ante la imposibilidad de resolver algo y el deseo de hacerlo. La frustración es un sentimiento adaptativo al que estamos predispuestos genéticamente, en cambio la ira es un sentimiento totalmente aprendido consecuencia de una determinada forma de pensar. De la misma manera que se ha aprendido puede modificarse y aprender otras formas de actuar ante las mismas situaciones.

La causa de la Ira son las exigencias absolutistas y el mantenimento de pensamientos exigentes y rígidos con respecto a los demás y a la vida que tiene la persona que la experimenta.

Estas exigencias hacia los demás se basan en "COMO DEBEN SER Y TRATARME LOS DEMÁS" teniendo pensamientos del tipo "Debes tratarme bien y de forma justa en todo momento, si no lo haces eres despreciable y mereces lo peor". De este pensamiento oculto nace la emoción desadaptativa de la ira o el odio y cómo la persona adulta o el niño/a actúa acorde con este, que puede ser mediante violencia verbal o física.

La realidad es que nadie tiene el derecho a adjudicarse la verdad de cómo deben actuar los demás y que no es necesario que lo hagan conforme a nuestras exigencias para poder ser felices. La ira deviene de otorgase el poder de decidir sobre la conducta de los demás, es decir que es un sentimiento que proviene de la arrogancia.

La rabia o ira también puede darse ante exigencias a la vida y a situaciones pensando que es necesario que "mi vida y la situación en la que estoy DEBE SER FACIL Y PLACENTERA y no causarme ningún problema y si no lo es, no lo voy a poder soportar". Esta afirmación no es cierta tampoco y la vida no tiene porque ser cómoda ni esto ser lo mejor para nosotros. Cierto nivel de incomodidad y frustración nos hace más fuertes y con más capacidades para ser felices.

Detectando estos pensamientos y exigencias y analizándolos de forma objetiva podemos modificar la ira hacia una emoción más equilibrada que nos permita el control de esta, de lo que sentimos y así actuar de forma más efectiva, siendo más felices nosotros mismos y nuestro entorno.

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Escrito por

Mònica Barranco

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