El proceso del duelo: ¿cómo afrontarlo?

En este artículo analizamos los principales elementos del proceso de duelo y reflexionamos acerca de diversas cuestiones que pueden ser de utilidad tanto a profesionales como a los propios dolientes.

11 MAR 2024 · Lectura: min.
El proceso del duelo: ¿cómo afrontarlo?

Hablar de duelo es hablar de pérdida y, al mismo tiempo, de cómo trascenderla. La experiencia de pérdida es inevitable. Todos y todas hemos vivido numerosas pérdidas a lo largo de nuestra vida y las volveremos a vivir. Por supuesto, no todas son de la misma naturaleza ni tienen el mismo impacto en nosotros/as. Existen diferentes tipos de pérdidas, tales como:

  • Perdidas de la vida: muerte de un ser querido, muerte perinatal. Aquí también se incluiría la muerte de un animal con el que se tiene un fuerte vínculo.
  • Pérdidas de la salud: enfermedades que suponen limitaciones crónicas, amputaciones, etc.
  • Pérdidas materiales: pérdida del puesto de trabajo, pérdida de la vivienda, pérdida de estatus, asociadas a procesos migratorios, etc.
  • Pérdidas emocionales: ruptura de pareja, fin de una amistad, pérdida de sueños y expectativas frustradas, etc.
  • Pérdidas ligadas al desarrollo: cambios de etapas vitales.

Es muy importante señalar que el dolor por la pérdida, sea del tipo que sea, es una experiencia absolutamente personal, no valorable ni juzgable externamente. Desgraciadamente, esto no siempre es comprendido, de manera que muchas personas, al dolor por la pérdida, tienen que sumar el dolor producido por la incomprensión y la deslegitimación de su duelo.

El duelo es el proceso psicológico que se experimenta tras una pérdida. Su duración es variable en función de múltiples factores, e implica una serie de fases (caracterizadas por diferentes emociones predominantes), las cuales no siempre se producen en el mismo orden.

¿Cómo afrontar el proceso de un duelo?

El proceso de duelo, tal como su nombre indica, es un proceso doloroso que incluye el reconocimiento de la pérdida, su procesamiento y, finalmente, la aceptación plena de la misma. Se considera que el proceso de duelo finaliza cuando el doliente ha pasado por estas fases y se encuentra preparado para el establecimiento de nuevos apegos y/o el fortalecimiento de apegos ya existentes.

En el proceso de duelo transitamos, como se ha señalado, por diferentes fases caracterizadas por diferentes estados emocionales (negación, ira, envidia, culpa y tristeza, fundamentalmente). En todo caso, no se trata aquí de realizar una extensa teorización acerca de todos los elementos implicados en el duelo (ya contamos con gran cantidad de material bibliográfico al respecto), sino de ofrecer una serie de reflexiones que nos ayuden a ubicarnos respecto al duelo y faciliten el tránsito del mismo.

  1. El dolor siempre es legítimo. El dolor es el resultado de la pérdida de algo o alguien a lo que nos une un vínculo o apego. Por tanto, ya sea que se haya producido la muerte de un ser querido, el fracaso de un proyecto vital, la enfermedad de una mascota o el rechazo tras una entrevista de trabajo, la percepción de pérdida es un asunto personal y el dolor subsiguiente es tan legítimo en unos casos como en otros. Esto no siempre es comprendido, de manera que se añade más dolor a la ecuación, al no contar con el respaldo social (o incluso de uno mismo) requerido. En resumen, tenemos derecho a sentir el dolor que estamos sintiendo.
  2. Todas las emociones experimentadas tienen un sentido y una función. A este respecto, la tristeza es, probablemente, la emoción más respetada y aceptada socialmente en un proceso de duelo. Más difícil suele ser convivir con la ira, ya que es una emoción socialmente penalizada y que no genera tanta empatía en los demás. Y, generalmente, más difícil aún es aceptar la culpa y la envidia que con toda probabilidad aparecerán durante el proceso. Nos sentimos culpables por lo dijimos o hicimos (o por lo que no dijimos o no hicimos). Necesitamos reconocer esta culpa, aceptarla e ir soltándola poco a poco. Lo mismo ocurre con la envidia. Vamos a envidiar a personas que no están pasando por lo que nosotros estamos pasando. Es importante reconocer esta emoción, darle su espacio. En caso contrario, si la negamos, dado que no va a desaparecer porque nos neguemos a reconocerla, nos va generar un malestar con nosotros mismos y con los demás imposible de manejar.
  3. El duelo precisa tiempo y el tiempo, por sí solo, no cura. Una de las mayores trabas a la evolución sana del duelo es la prisa. El duelo necesita tiempo y querer acelerarlo, generalmente, no es más que una forma de negar o evitar el dolor, justo lo contrario de lo que ayuda a progresar en el duelo. Complementariamente, la idea de que "el tiempo lo cura todo" es insuficiente respecto al proceso de duelo. Avanzar en el duelo exige reconocer las emociones, transitar el dolor y abrirnos a una nueva etapa vital en la que el objeto de la pérdida ya no estará presente.Cómo afrontar un proceso de duelo
  4. "Un pasito pa´lante, un pasito pa´tras". El proceso de duelo no es una línea recta en la que siempre avanzamos en el mismo sentido. A veces tenemos la sensación de clara mejoría y, al momento siguiente, nos parece que estamos estancados o incluso que estamos retrocediendo. Es importante estar atentos a estas señales y, no obstante, no dejarnos llevar por el desánimo si no todos los pasos son "hacia delante", ya que esto es lo más común y está vinculado con la dificultad para transitar determinadas emociones como la ira y la culpa, fundamentalmente. Con cierta perspectiva temporal, si estamos afrontando el duelo de una forma sana, iremos observando cómo las "crisis" tienden a espaciarse cada vez más en el tiempo y a ir perdiendo intensidad.
  5. Duelos secundarios. Con frecuencia, una pérdida importante conlleva asociadas otras pérdidas que, si bien pueden no ser tan significativas por sí solas, se suman a la pérdida principal y es conveniente reconocerlas y transitarlas también. Por ejemplo, la muerte de un ser querido puede llevar aparejada una perdida de determinadas actividades o relaciones sociales, así como una pérdida de poder adquisitivo. El trabajo con el duelo precisa incorporar estas pérdidas secundarias e integrarlo todo para poder llegar a esa aceptación en la que reconozcamos y valoremos aquello que sí permanece y, al mismo tiempo, estemos en disposición de incorporar nuevos elementos a nuestra vida.
  6. El nuevo yo. Una fantasía recurrente y obstaculizadora del duelo sano es la idea de "que todo vuelva a ser como antes". En este sentido, lo más evidente es que, dado que se ha producido una pérdida, nuestra vida no va a volver a ser como antes. Pero es que, además, la elaboración e integración de la pérdida resultante del proceso de duelo va a implicar que la persona doliente ya no va a ser exactamente la misma persona ("un río nunca pasa dos veces por el mismo sitio"). La pérdida y el duelo son experiencias intensas que de ninguna manera dejarán a la persona intacta. Pero esto no ha de entenderse únicamente en un sentido negativo. Del duelo se puede salir fortalecido, con un mayor grado de autoconocimiento y con mayor consciencia de habilidades, capacidades e intereses que podían estar pasando desapercibidos con anterioridad a la pérdida.

En definitiva, el duelo es un proceso complejo a través del que damos respuesta a la experiencia de la pérdida. En él se ponen en juego multitud de emociones, a veces siguiendo un cierto orden, a veces no. Es un proceso inevitable y doloroso, cuyo modo de afrontamiento determinará si la pérdida quedará aceptada e integrada o si, por el contrario, no haremos sino añadir sufrimiento al dolor, entendiendo el sufrimiento precisamente como el dramático resultado de no aceptar y afrontar el dolor.

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Escrito por

Miguel Ruiz Cobo

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Bibliografía

  • Kübler-Ross, E (1998). La muerte, un amanecer. Luciérnaga.
  • Kübler-Ross, E (2006). Sobre el duelo y el dolor. Luciernaga. 
  • Migdyrai, M (2011). Ganar perdiendo. Desclee de Brouwer.
  • Neimeyer, R (2001) Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Paidós. 
  • Payas, A (2010). Las tareas del duelo. Paidós. 
  • Rocamora, A (2012). Intervención en crisis en las conductas suicidas. Desclee de Brouwer. 
  • Nevado, M; González, J (2017). Acompañar en el duelo. Desclee de Brouwer.

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