Trastornos alimentarios en mujeres adultas: el mal invisible

La literatura científica muestra un notable aumento en la incidencia y la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en adultos.

15 MAY 2015 · Lectura: min.
Trastornos alimentarios en mujeres adultas: el mal invisible

La mayoría de estudios epidemiológicos señalan que el 90% de los sujetos que padecen algún tipo de TCA tienen entre 15 y 30 años, son de sexo femenino y raza blanca, siendo en su mayoría colectivos sometidos a ideales estéticos de delgadez y de lucha para mantener el peso.

A pesar de la contundencia de los datos resulta difícil estimar de manera precisa y real la cantidad de casos así como la edad de los afectados, ya que las pacientes raramente comunican sus síntomas y revelan su malestar al profesional sanitario y, mucho menos, en el ámbito familiar. Los pacientes que padecen un TCA tienden a minimizar y encubrir los síntomas, además de no tener consciencia completa de enfermedad, es decir, no se reconocen como enfermas, lo que influye en la importancia que dan a síntomas y dificulta el diagnóstico por parte de los profesionales. Este hecho se acentúa aún más en mujeres adultas, para quienes es más fácil ocultar sus síntomas que en pacientes adolescentes o niñas, que cuentan con la supervisión continua de un adulto, sea en el ámbito familiar o en el académico, lo que facilita la detección de casos.

Actualmente el culto al cuerpo y la preocupación por la salud cuentan con una valoración positiva por parte de la sociedad. Las mujeres que se cuidan, prestan atención a su alimentación y a su imagen y se mantienen delgadas, sobre todo a partir de cierta edad, cuentan con el apoyo y consideración por parte de quienes le rodean. Alrededor del 50% de mujeres de entre 25 y 54 años hace al menos una dieta al año, y cerca del 70% de los sujetos que hacen dieta es por cuestiones estéticas y no por motivos de salud. Por tanto, hacer dieta o "estar a régimen" se considera normal dentro del grupo de mujeres adultas y la pérdida de peso cuenta con una evaluación positiva y rara vez se asocia a un trastorno. Este hecho, además de la independencia y la falta de supervisión con la que cuenta un adulto, dificulta la detección de casos de trastornos alimentarios en mujeres adultas.

También se ha hablado de la prevalencia de TCA en personas obesas. La obesidad es una enfermedad compleja y multifactorial, se inicia en la infancia y la adolescencia y se asocia a síntomas emocionales como baja autoestima, sentimientos de culpa, depresión y ansiedad. Diversos estudios muestran que hasta un 20% de las personas obesas presentan conductas anómalas ante la comida y hasta un 6% padecen TCA inespecíficos y clásicos (anorexia, bulimia y trastorno por atracón).

Se estima que entre un 3 y un 5% de la población femenina entre 34 y 50 años tiene sobrepeso y el 50% de ese grupo de edad hace al menos una dieta al año (la mayor parte de las veces sin supervisión profesional). Estos datos, junto a la consideración positiva de la delgadez a partir de los 40 años, así como asociar de manera errónea la delgadez a la salud, dificulta la detección y el diagnóstico de trastornos de la conducta alimentaria en mujeres adultas y hace pensar que los casos son muchos más que los que reflejan las estadísticas.

Puesto que son trastornos que tienden a convertirse en crónicos, es importante el diagnóstico precoz y es imprescindible la coordinación entre los distintos especialistas, así como la percepción de la verdadera asociación entre salud y delgadez en mujeres adultas y la planificación de programas de prevención destinados a este grupo de edad. La mayor parte de las campañas de prevención son destinadas a población adolescente, lo que impide que la información necesaria para la identificación de síntomas y la conciencia de enfermedad llegue a una parte de la población adulta que está sufriendo, sin saberlo, las terribles consecuencias a nivel emocional, familiar y de bienestar general que se derivan de este trastorno.

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Escrito por

Juana María Fernández Galbis

Licenciada en psicología y nutrición. En sus terapias se combina tanto la psicología y nutrición en una misma sesión. Su objetivo es entender la conducta alimentaria para poder modificarla. Sobre todo se enfoca en trabajar las comidas compulsivas y la ansiedad por comer.

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